sábado 23 de noviembre, 2024
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Nunca es tarde para agradecer

Gerardo Ponce de León
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Gerardo Ponce de León

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Sol

Por Gerardo Ponce De León
Hoy voy a comenzar mi escrito con un Shalom, para todos. Cuando pienso de qué les voy a escribir, lo primero que me viene a la mente es mi pobreza espiritual. En que baso eso, en pequeños gestos que he aprendido en mi vida y la verdad está en que me olvido de Dios, de agradecerle lo que me ha dado que es lo que tengo las experiencias que he tenido, y si me acuerdo de pedirle perdón por mis errores, que son muchísimos y de los más variados.
Si de algo me puedo jactar es de los profesores de vida, que he tenido, de las más variadas escuelas de enseñanzas, y podría empezar a nombrarles: mi madre, la Carca, Violeta, y todas las personas que nos acompañaron durante 19 años. Hoy miro hacia atrás y vea a las mellizas, que hoy tienen sus hijos, a la madre que apareció con un dedo quebrado por su compañero, porque salió en defensa de su hija, que él la quiso violar, a los regalos que me hacía un niño, todos trabajos manuales, y podría seguir aburriéndolos con ejemplos. Cada uno de estos cuentos, tienen como fundamento la confianza que depositaban en mí.
El grupo se preocupaba de conseguir algo, para que, aunque sea, esa noche, durmieran con algo en sus estómagos. Se conseguía bolsa de bollos, carcasas de pollos, salames o mortadelas, pizzas, carne; todo nos servía para lograr el fin que nos habíamos propuesto. Era tal la confianza en el grupo que se llegó al caso de llamarnos para ver si íbamos o nos habíamos olvidado de ir. En invierno, se hacía la campaña de la frazada, y en un año, en la campaña del pan dulce, fueron tantos que nos dio para llevarle al Centro de Rehabilitación de Salto, previa atención de las capillas que integran a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen.
Y todo eso era confianza, y hoy me pregunto: “¿Le agradecí alguna vez a Dios? Para que tengan una idea, se atendía de mediados de Febrero hasta fin de Año, y en esta última fecha se hacía una fiesta. Ropa se guardaba para el otro año, para que se tenga una idea, una empresa de transporte, que no la voy a nombrar, Transporte Berro, fue a buscar en un camión, dentro de la ciudad de Montevideo, más de 25 bolsas con ropa y las dejó en la Parroquia Del Carmen, sin cobrar un peso. ¿Le agradecí alguna vez a Dios?
De tener que llevar a un médico a alguno que estaba mal, y nos atendían de inmediato y sin cobrar un mango. ¿Le agradecí alguna vez a Dios?
Hoy día miro todo eso y me doy cuenta de que era un privilegiado, de poder contar a mi lado con ese grupo de gente, y les agrego Rosario, Roque, Pocha, Sonia, y también a las que nos ordenaban, lavaban y doblaban la ropa que se recibía, guardo en cajas las misma, y le escribían del lado de afuera: “piyamas” “de mujer para invierno” Raquel y su equipo, que hacían todo en silencio y los días que menos gente circulaban por ahí, para no ser vistas.
Por eso es mi pobreza espiritual, ya que hoy me pregunto: ¿Le agradecí a Dios alguna vez todas las cosas, mi forma de ser, poder estar de este lado, de hacerme sentir lo que he sentido?
Todo se lograba por la confianza de Neri, Rosario, Valeria, Juan José, Graciela, Elvira, entre otros/as. Pero si algo sabíamos muy bien que al poner la cabeza en la almohada íbamos a dormir tranquilos. Solo me queda en este escrito, que de corazón les digo a todos ellos que me enseñaban a valorar, ayudar al prójimo. ¡Muchas gracias!
A Dios que me perdone por no haber agradecido como y en el momento que correspondía.