A otro perro con ese hueso II.
Por Leonardo Vinci.
Recientemente, una periodista en el diario EL PAÍS afirmó que hubo una matanza en Salsipuedes de la que «algunas mujeres y niños lograron escapar».
De la forma en que se narran los hechos, pareciera que sólo «algunas» de estas indígenas se salvaron de una «matanza» generalizada.
Curiosa «matanza», ya que Mónica Sans- Profesora de Antropología Biológica de la Universidad de la República- dijo en un reciente conversatorio convocado por la Institución de Derechos Humanos que «En eventos como Salsipuedes, donde se habla de 40 varones (muertos) o más, fueron los hombres (las víctimas) a las mujeres no las mataron…»
En realidad, debió decirse que en tal oportunidad no murió ninguna mujer, en vez de insinuar que, salvo «algunas que lograron escapar», las demás fueron víctimas de una «matanza».
Extraño genocidio en el que, debido a la muerte de 40 hombres, «el pueblo charrúa quedó desmenuzado, subestimado y olvidado», porque a pesar de tan terribles consecuencias la periodista sostiene que «recientes investigaciones cambian la historia: la herencia charrúa no solo es parte de la identidad cultural uruguaya, también es parte de la identidad genética.»
Para justificar semejante contradicción, explica que «Como no se contaba con un genoma 100% charrúa para comparar y se sabe que en el territorio había otros grupos indígenas (minuanes, chanás, entre los otros que enseñan en la escuela), en realidad, se entiende que las personas tienen ancestría de la ‘macroetnia charrúa’.»
Deformar los hechos de esa manera, sólo puede obedecer a la más supina ignorancia- por utilizar las palabras de Maiztegui Casas- o a la mala fe.
¡Con qué ligereza se afirma que un 40 % de los uruguayos tienen ancestría indígena basados en un estudio realizado a 30 personas!
¡Con cuánta irresponsabilidad se dice que todo lo indígena es charrúa!
Los indios que mayor influencia tuvieron en nuestro territorio fueron los misioneros guaraníes.
«Un equivocado nacionalismo indigenista (…) hizo que la etnia de los cazadores nómades, los charrúas, monopolizara el concepto de lo indígena en el Uruguay, posición totalmente insustentable de acuerdo a las modernas investigaciones etnohistóricas, antropológicas y arqueológicas», escribió Oscar Padrón Favre.
El historiador también sostuvo que en 1729, cuando Montevideo contaba apenas 300 vecinos, las misiones estaban pobladas por 140.000.
Para darle de comer a tanta gente, los jesuitas enviaban grupos de 60 troperos guaraníes, los que, efectuaban gigantescas arreadas de vacunos.
«En esas circunstancias- explicaba el antropólogo Daniel Vidart- había indios que sabían que esto era el paraíso de los pobres: había comida de sobra y se la podía obtener con un mínimo esfuerzo… Cada una de aquellas excursiones dejaba más guaraníes radicados en la Banda Oriental».
Leonardo Haberkorn menciona que cuando España expulsó a los jesuitas, el sacerdote alemán Martin Dobrizhoffer dijo que entonces, 15.000 guaraníes «se dispersaron en los campos más remotos sobre el Uruguay, para tener pronto su alimento porque allí abunda el ganado».
En 1820 cuando es vencido Artigas, 4.000 guaraníes que eran sus últimas fuerzas en Corrientes, Entre Ríos y Misiones, vinieron a refugiarse aquí.
En 1828, cuando Rivera conquista espectacularmente las misiones, entre 4.000 y 10.000 guaraníes lo siguieron al actual territorio uruguayo.
González Rissotto investigó las actas de bautismos y defunciones en los registros parroquiales desde la época colonial: «¿Usted cree que alguien citó nuestro estudio? No, nadie. No tuvo ni una sola mención». «… Hay una mentalidad que privilegia el aporte europeo, que fue muy importante, pero no fue el único. Y por otro lado, las nuevas reivindicaciones indigenistas desconocen todos los estudios serios; son un mamarracho». Los que dicen: ‘yo tengo un antepasado charrúa’, repiten lo que siempre les han dicho. «Pero la verdad es que el mestizaje indio que existió fue en su casi totalidad guaraní». «Nosotros encontramos cerca de 30.000 guaraníes registrados hasta 1851. En el mismo lapso, en los mismos registros, los charrúas no llegaban a 100. Yo tengo 30.000 fichas para poner arriba de la mesa. ¿Qué tienen ellos?».
¡La verdad histórica debe desautorizar los relatos fantasiosos!
¡Basta de mentiras y engaños!