Sr. Director, agradezco su publicación.
Un artículo reivindicando el rol de los olvidados indios guaraníes en nuestra historia despertó la ira de un tal Rodríguez Barilari. Me trató de «repelente, racista e ignorante…» catalogando mi columna como «repugnante».
No contento con sus diatribas- aunque nadie le llevó el apunte- convocó en redes sociales a una asonada cibernética proponiendo: «Hagámosle sentir todo nuestro repudio a estos cretinos».
Sus ninguneos alcanzaron también al Dr. Sanguinetti, acusándolo de haber «dicho y escrito barbaridades similares».
Me pregunto si este profesor y estudiante del IPA no tendrá problemas de comprensión lectora, ya que me señala como autor de citas que ilustran mi columna, cuyos contenidos, notoriamente, pertenecen a otras personas.
Ha dicho que «Tratar a los charrúas de foráneos en una época en que los países ni existían ni se imaginaban es no solamente ridículo, es completamente estúpido» y por eso, Daniel Vidart se debe estar revolcando en su tumba.
Por increíble que parezca, la cita pertenece al propio Vidart: «Los charrúas en consecuencia, y esto debe quedar muy claro, no eran originarios de la Banda Oriental. No habían nacido en ella como los árboles de su flora o los animales de su fauna». (Página 17 del libro «El Mundo de los Charrúas»)
Luego, confunde a sus lectores haciéndoles creer que soy el autor de líneas que fueron publicadas el 22 de diciembre de 1878 en el «Espíritu Nuevo»- el semanario de Batlle y Ordóñez, Prudencio Vázquez y Vega y Teófilo Gil- y que incluí por considerar importante conocer la opinión que tenían sobre los charrúas estos destacados universitarios espiritualistas, demócratas liberales y revolucionarios verdaderos.
Después me hace decir lo que nunca dije, ya que él interpreta que le canté «loas al sistema esclavista teocrático de las Misiones Jesuíticas, que no solamente hacía que los guaraníes trabajaran gratis para la Iglesia Católica sino que además los despojaba de sus creencias y su cultura propias».
En realidad, me limité a citar la opinión de Oscar Padrón Favre quien afirmó que, «aún sin entrar a discutir el derecho del primer ocupante, reúne el guaraní otro más respetable. Él limpió esta tierra de fieras, él fue el primero que pidió a su seno la yuca, la caña dulce, el algodón, los cereales todos y poblándola de ganados derramó sobre ella el germen de nuestra riqueza actual». Más tarde entiende que he escrito «Otro disparate» por mencionar nuevamente a Padrón Favre quien ha sostenido que: «El principal recurso era el ganado que se había multiplicado en la Banda Oriental, por lo que los jesuitas enviaban grupos de 60 troperos guaraníes que efectuaban gigantescas arreadas de vacunos».
Engaña una vez más a los lectores haciéndoles creer que los charrúas siguieron a Artigas hasta el final. Según el «Archivo Artigas» antes que Rivera se rindiera, el cacique Rondeau, en nombre de la nación charrúa, en presencia del coronel Antonio Pinto da Fontoura , dijo que por Dios todo poderoso que reconoce y adora; jura que con su tribu serán Vasallos de su Majestad y que prestará subordinación y obediencia a las órdenes generales, que brindará servicios a Su majestad en todo lo que le fuera mandado y así mismo lo hará con los individuos de su tribu «esperando por tanto que a bondade de Sua Magestade os ampare, proteja, e os defienda tambem dos seos Inimigos».
También pretende corregirme con la existencia del «caciquillo» y se equivoca feo. Decía el Profesor Carlos Maggi «Hace un par de años, estudié mucho y leí un libro sobre un indiecito que creo que es hijo de Artigas, se llamaba Manuel Artigas. El caciquillo era indio, charrúa, no sabía hablar español pero la relación con Artigas es de toda la vida y muy ceñida. Yo la estudié y la conté en un libro.» Así que parece que hubo otro «caciquillo». Lo cierto es que «el relato charrúa» se cae, y no será con bravuconadas ni amenazas que se podrá impedir que la verdad histórica salga a luz.
No pretenderá Rodríguez Barilari que antes de publicar mis artículos le solicite el IMPRIMATUR en su calidad de nuevo Guardián de la fe, o que revise su INDEX librorum prohibitorum, y verifique que los libros que cite no hayan sido catalogados como perniciosos por él. En realidad, espero que deje de dictar sus fatwas convocando a escraches cibernéticos para quemar en hogueras los textos que no sean de su agrado, como hacían en Alemania en 1933.
Leonardo Vinci
Cartas Titulares del día