Por Leonardo Vinci.
El 9 de febrero de 1973 los militares golpistas se alzaron contra la Constitución apoyados calurosamente por prácticamente toda la izquierda.
Mientras los Partidos Demócrata Cristiano, Socialista y Comunista aplaudían la salida de los tanques a la calle, los mandos desconocían la autoridad del Ministro de Defensa Nacional, General Francese, cometiendo un imperdonable error histórico al insubordinarse.
La Armada, heroicamente comandada por el Vicealmirante Juan José Zorrilla, resistió el levantamiento, ubicando la flota de guerra frente a Montevideo y bloqueando la Ciudad Vieja, dispuesta a dar batalla con los fusileros navales, hasta que recibió la orden de deponer su actitud.
El primer mandatario, que al principio representaba a la Constitución, pactó con los mandos sublevados en la Base «Boiso Lanza», aceptó su tutelaje y finalmente se puso al frente de la rebelión.
El ordenamiento institucional de la República, había sido vulnerado por los militares, a quienes se les había confiado las armas de la Nación.
Mientras el Batllismo respaldaba a las Instituciones, los comunistas divulgaban a través de su diario «El Popular» la idea de un nuevo gobierno «donde caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo»
Las fuerzas armadas daban a conocer los comunicados 4 y 7, ante los cuales los marxistas publicaban en periódicos de la época que los mismos «no invalidan en lo más mínimo la apreciación positiva de esos documentos programáticos y, más generalmente, de la postura que adoptan las Fuerzas Armadas».
El mismísimo Gral. Seregni, en el peor momento de la democracia uruguaya decía en un acto en «La Unión» que la renuncia del señor Bordaberry abriría una perspectiva de diálogo. «Y solamente a partir de ese diálogo restablecido es viable la interacción fecunda entre pueblo, gobierno y Fuerzas Armadas, para comenzar la reconstrucción de la patria en decadencia».
Ha dicho el Dr. Sanguinetti sobre este tema: «Ocurre es que ésta es una verdad incómoda para los izquierdistas, la dictadura les parecía bien si les incluía, proscribiendo o arrinconando a los partidos tradicionales».
El único sector que se mantuvo firme e inflexible frente al golpe de estado fue el Batllismo, que se manifestó condenando el pronunciamiento militar. Además aportó a las principales figuras que heroicamente denunciaron y resistieron la ruptura institucional tales como el Vicepresidente Jorge Sapelli y el Senador Amílcar Vasconcellos.
Como en 1933, otra vez el Batllismo enfrentaba a una dictadura.
Zorrilla recordó en su momento, «Dentro de las Fuerzas Armadas quedamos solos. (En realidad) no tan solos, porque cuando yo me retiré, se retiró todo el Comando conmigo, prácticamente quedó un jefe a cargo del Comando Naval. Se fue el Estado Mayor completo, se fueron los servicios, se fueron todos. Y después pagamos las consecuencias en el 76 cuando nos aplicaron el inciso «g» «.
Fueron pasados obligatoriamente a retiro dos almirantes, 40 capitanes de navío, o más.
Zorrilla fue el segundo candidato tras Sanguinetti en las elecciones internas de 1982, pero fue procesado por un discurso que hizo en la proclamación y proscrito.
Dos años después fue electo Senador por el Batllismo y luego designado Embajador ante la Santa Sede.
En estos días recordamos la fecha del fallecimiento del Vicealmirante Juan José Zorrilla, símbolo de la dignidad republicana.
Falta aún en las calles del país y las plazas de las ciudades el homenaje a este ilustre ciudadano que supo cumplir con su juramento y actuar como pundonoroso militar en un día negro para el Uruguay como lo fue el 9 de febrero de 1973, el día del golpe de estado.
Columnistas