martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

El otro

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León

Quizás muchos de los lectores sienten este tema no les corresponde. Suele ser esa nuestra primera tentación ante situaciones del hoy.

Quizás alguno de los lectores conozca personas a las que este tema les hubiese sido de mucha utilidad. Suele suceder que pensemos que otros deben hacer más que nosotros.

Quizás alguno de los lectores reconozca que este es un tema que les involucra directamente.

Este es uno de esos temas que, por complejo y amplio, debe involucrarnos a todos.

Este es uno de esos temas que, como cristianos, debe involucrarnos a todos.

Estamos inmersos en una cultura donde lo más importante es tener.

Todo se mide por lo que se posee y no por lo que se es.

El éxito es tener mucho y bueno.

La fama se mide por lo que se posee que brinda reconocimiento.

Estamos inmersos en la cultura del bienestar y no en la del estar bien.

Entre lo mucho que se posee entran los demás.

El otro se ha transformado, equivocadamente, en una posesión personal.

Es allí donde llegamos a la raíz profunda de la violencia doméstica.

Es allí donde llegamos al origen de este gran desafío social y cristiano.

El otro no es un objeto sino una persona.

Parece una verdad de Perogrullo pero es un algo en lo que debemos poner todo nuestro empeño.

Debemos ayudarnos para poder recuperar al otro como persona. Todo lo de Cristo está en esta dirección.

Una persona distinta a mí y a la que debo descubrir constantemente porque la necesito respetar.

El otro no es algo que está para complacerme sino para que lo respete aceptándolo.

El otro no es algo que está para servirme sino para lo respete comprendiéndole.

El otro no es algo que debe ayudarme a tener más sino alguien a quien debo ayudar a ser más.

No necesariamente debo compartir las actitudes u opciones del otro pero debo respetarle.

Comencemos por nuestro círculo más cercano.

El otro es distinto a mí y debo tratarlo como quien es y no como a mí me gustaría fuese.

El otro es un ser en proceso y debo ayudarle y no imponerle lo que es de mi agrado.

El otro no es mi propiedad y debo comprenderlo y ayudarle a ser libre y usar su libertad.

El otro no es como yo y debo aceptar sus deferencias y decisiones.

El otro llega a la verdad por distintos caminos que yo y debo respetar sus búsquedas.

Mal podemos revertir el tema de la violencia doméstica si no comenzamos por el ejercicio del respeto doméstico.

Mal podemos revertir el tema de la violencia doméstica si no comenzamos por el trato doméstico con las personas de nuestro entorno.

Es persona……… debo escucharle. Es persona……… debo respetarle.

Es persona……… debo aceptarle. Es persona……… debo dialogar.

Es persona……… debo apoyarle. Es persona……… debo tenerle paciencia.

Es persona……… siempre puedo tratarle mejor. Es persona……… es un desafío que debo saber vivir.

Si cada uno de nosotros logramos tratar a los de nuestro entorno como personas, en cada uno de nuestros cotidianos momentos, estaremos luchando, efectivamente, contra la violencia doméstica.

“Servís para nada” “Porque yo quiero” “Porque a mi se me antoja” “Porque yo dispongo” deberían ser expresiones que debemos lograr quitar de nuestros sentimientos y nuestras actitudes.

Por más doméstica que la violencia sea jamás podemos permitir que alguien domestique a alguien.

El otro, como yo, posee alas para volar en el uso maduro de su libertad y no soy quien para recortárselas para que no vuele o para hacer que vuele según mis antojos.

El otro, como yo, posee alas para realizarse volando en libertad y no soy quien para castigarle porque así lo haga.