Por Leonardo Vinci
En 1920, cuando Artigas se marchó de la Banda Oriental para nunca más volver, el General Fructuoso Rivera quedó peleando con 400 hombres frente a un ejército invasor compuesto por unos 12.000 soldados. Hasta los charrúas habían abandonado a Artigas. Ninguno de ellos lo acompañó. Entonces, el cacique Rondeau, en su nombre y de la nación charrúa dijo al coronel Pinto da Fotoura de las fuerzas invasoras que juraba «que con su tribu serán Vasallos de su Majestad…» Finalmente, el 24 de marzo, Lecor informa la rendición de «Fructuozo Ribeiro, única Forca que últimamente faltava atrahir». Rivera se entrega, ya que presentar batalla con tan pocos hombres hubiera significado la muerte segura de todos ellos. Pone como condición que se respeten las tierras dadas por Artigas. Acuerda quedarse al frente de sus hombres armados, entre los que estarán Lavalleja, Oribe y todos los capitanes de Artigas que vestirán el uniforme de «Los Dragones Orientales» Ha dicho Pivel Devoto que «La resistencia a la invasión portuguesa- difícil desde un principio- parecía en 1817 una locura infructuosa» y que Rivera «Combatió a los portugueses, sometiéndose a fines de 1820 cuando la resistencia fue imposible.» Tiempo después, tras entenderse con Lavalleja en el Monzón, le manda 22 cartas a su compadre informándole sobre sus planes, sin que éste le conteste. La noche del 20 de setiembre es la más fría de ese año. Su ayudante anota en su diario «Esta noche hizo un frío cruel. Varios soldados se cayeron de los caballos yertos. Uno de ellos quedó en el campo…» A la mañana siguiente vuelve a escribirle a Lavalleja diciéndoles «he resuelto en este momento dirigirme sobre el depósito de los enemigos en el Rincón de Haedo, llevando alguna fuerza para esta empresa, que no quiero fiar sino a mí mismo.» Bien protegidos por la espesura del monte, el 24 al amanecer, los patriotas atacan a unos 20 soldados del imperio que protegen la entrada al «Portón del Rincón». La guardia imperial es arrollada y los orientales capturan en un par de horas miles de caballos. Rivera se entera que se acercan rápidamente al lugar unos 700 brasileños. En vez de huir, escapando de una trampa mortal, ordena ocultarse en una región pantanosa en las costas del río Negro. El regimiento 24 del ejército invasor al mando de Mena Barreto no se percata de la presencia de los orientales; tampoco los nota el regimiento 25 comandado por Gómez Jardim. Los 40 tiradores de Más y Benavídez abren fuego y sorprenden a los brasileños. Rivera al frente de sus hombres, en medio de la mayor confusión de las tropas enemigas, se lanza a la carga. El Coronel Juan Antonio Vázquez dice que el choque es tan sorpresivo y violento que las ya desordenadas filas brasileñas apenas tienen oportunidad de ensayar algunas descargas poco eficaces, para verse enseguida arrolladas a lanza y sable, sin ninguna posibilidad de reacción, y se dispersan huyendo. Caen muertos en combate 150 soldados, entre ellos, su comandante. Otros 300 son tomados prisioneros, perdiendo sus equipos, armas y municiones. Con grandeza de espíritu y extraordinaria generosidad, Rivera envía los prisioneros heridos para su hospitalización y asistencia a manos de su General, gesto que Abreu agradece profundamente. Don Frutos deja a pie a los brasileños llevándose 8.000 caballos y le dice a Lavalleja que el Coronel Abreu está con 600 hombres «… pero sin caballada para emprender cosa alguna; toda la costa del Uruguay está libre hasta Misiones». Horas después, ordena formar la división y les expresa su admiración a los heroicos compañeros en la memorable acción del 24, agregando que la fama de su valor y heroicidad será transmitida por nuestros paisanos «a la historia, y ésta a la posteridad más remota. Ésta observará asombrada lo que pueden los esfuerzos de los héroes de la libertad oriental y vuestro nombre será pronunciado con entusiasmo y respeto. Vuestro General hoy asegura con su corazón que con tales valientes nada tiene que temer en lo restante de la campaña, y toda vez que lidiemos con nuestros enemigos, la victoria coronará y esto formará la mayor gloria de vuestro Jefe y amigo. ¡Viva la Patria!»
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