Por Leonardo Vinci
Hace unos cien años, viviendo una situación de estrecheces económicas y serios problemas de salud, Miguel Paccot puso en venta su maravilloso reloj “El Salteño”.
Taborda decía que por la incomprensión de nuestros hombres adinerados, y a la incuria, la ignorancia y despreocupación de nuestros hombres de gobierno, Salto se veía desposeído de esta obra genial, que en esencia, era toda nuestra.
El aparato fue a dar a la Sala de sesiones del senado argentino, tras haber obtenido el gran Premio en la Exposición Industrial realizada en la ciudad de La Plata entre 1928 y 1929.
Alejandro Dimas Rodríguez ha escrito sobre el tema diciendo que “Hay un reloj impresionante exhibido en un café de la plaza central de la entrerriana ciudad de Colón, firmado por el ebanista Miguel Paccot, oriundo de esa localidad. Mide más de tres metros de altura y desde su mecanismo de péndulo, alimenta el movimiento de la aguja marcando la hora con su giro apuntando al dial superior, seccionado por doce números romanos, y otra clásica un poco más larga recorriendo los sesenta segmentos de los minutos. En la misma esfera, otras dos agujas forjadas distinguen la hora mundial marcando el huso horario de Argentina y del meridiano de Greenwich respectivamente, barriendo un perímetro signado con veinticuatro números arábigos. En otra esfera- en realidad se trata de círculos planos, pero los relojeros dan a éstos el nombre de algo con forma de pelota en su jerga profesional – de casi idéntico tamaño se enciman tres agujas tipo espada, dedicadas a indicar el día de la semana, la fecha y el mes. Estas siete «complicaciones»- otro término de los relojeros referido a lo que el artefacto puede indicar- saltan a la vista, pero habría otras como la fase lunar, la perpetuidad de mantenimiento de la fecha en meses con diversa cantidad de días y en años bisiestos, y el movimiento del péndulo en alzada, que no serían tan evidentes para el no iniciado en estas cuestiones de medir el tiempo con máquinas a cuerda. Sobre la esfera superior, tallado en un arco en madera que se apoya en columnas salomónicas que recuerdan las del baldaquino de Bernini, diferentes de todo el movimiento en metal, y como parte del mueble contenedor, está inscripto el nombre del ya mencionado autor de esta obra artística admirable, entre los años: 1905 y 1917, atribuidos al tiempo de inicio y final de la fabricación del tesoro. Para terminar con el resumen de lo perceptible, sin entrar en los múltiples detalles de esta obra de arte, no se puede concluir sin decir que se corona la formidable caja contenedora con el nombre «SALTEÑO».”
Rodríguez, tras sus investigaciones, dice que es posible que el reloj haya ido a parar al Gran Hotel Viena, en Miramar, provincia de Córdoba, Así que parece razonable la versión de que se habría visto el reloj de pie en el suntuoso salón principal del hall de acceso entre los años 1943 y 1947, tiempo durante el cual el Gran Hotel Viena tuvo su auge.
No se sabe con exactitud en qué fecha la valiosa artesanía fue retirada del Hotel.
Lo cierto es que después de largos años, es posible que los actuales poseedores hayan adquirido el reloj después de su paso por muchas otras manos, principalmente anticuarios.
Creemos que por su enorme valor histórico- para que nuestra generación pueda apreciarlo- debería gestionarse alguna exhibición en Salto de éste célebre y casi místico reloj a través del Consulado Argentino.
Tal vez la Comisión Administradora del Río Uruguay- que hermana a los dos países- y/o la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, como así también el Gobierno Departamental, podrían auspiciar este evento.
Ya es hora de valorar debidamente nuestro acervo histórico y homenajear a Don Miguel Paccot.
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