martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

La espantosa estatua de Luis Suárez y el calor popular

Dr. Pablo Perna
Por

Dr. Pablo Perna

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Por el Dr.
Pablo Perna
“El ciudadano ilustre” es una película de ficción que trata de la vida del escritor argentino Daniel Mantovani, que ha sido consagrado mundialmente por haber obtenido el premio nobel de literatura, galardón que ni siquiera Jorge Luis Borges u otro argentino habían ganado en toda su historia. Vive en Europa hace más de 40 años y sus novelas se caracterizan por retratar la vida de su ciudad natal, Salas, que es un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires- Argentina.
Estando en su mansión en el viejo continente, informándose por parte de su secretaria del contenido de las cientos de cartas que le enviaban a diario de todo el mundo, recibe una invitación del municipio de Salas- Argentina, donde en el marco aniversario del pueblo lo invitan para otorgarle la máxima distinción, nombrarlo: “Ciudadano ilustre de Salas”. Daniel se había ido de Salas cuando tenía 20 años de edad, con aspiraciones de escritor y jamás había regresado reflexionando en voz alta ante su secretaria: “creo que hice una única cosa en mi vida, escapar de ese lugar los personajes nunca pudieron salir y yo nunca pude volver”, por lo que ante sus temores y fantasmas del pasado, decide aceptar la invitación.
Un hombre cosmopolita, con una visión del mundo que evoluciona, chocara con la vida cotidiana de un pueblo provincial estancado en el tiempo y que se niega a progresar se encontrara con su viejo amor, con amigos, algunos devenidos en políticos como el Intendente, con comercios que eran florecientes y que ahora están cerrados y abandonados. Culmina reafirmando la ficción que “en pueblo chico, infierno grande” y que “nadie es profeta en su propia tierra”.
Dentro de los reconocimientos, se descubriría un busto del escritor en la plaza principal de Salas. Estando presente el Intendente, el escultor local, autoridades y una escuela cantando el himno con los pabellones patrios, descubren el busto de Mantovani, que por cierto, no tenía ningún parecido con el homenajeado; el Intendente, cuando le da la palabra al “ciudadano ilustre”, con altura responde: “me siento muy honrado por este gesto que perpetua mi figura, o al menos algo ligeramente parecido a ella, debo reconocer que es un retrato muy personal”.
Saltando de Salas a Salto, el pueblo oriundo de Luis Suárez, quiso homenajearlo, por lo que se mandó a elaborar una estatua del futbolista que fue colocado en una esquina céntrica de la ciudad. En nuestro país se requiere para colocar una estatua en un lugar público, la autorización expresa de la Junta Departamental, requisito legal que el Gobierno de la época ignoró totalmente, por lo que llevado por el populismo y pasiones que genera el retratado ejecutó la colocación de la estatua ilegalmente.
Suárez a diferencia del premio nobel argentino, no ha tenido el honor de apreciar en vivo y directo las inconsistencias de su rostro con la del estatua, objetivamente si hay algo que no se asemeja en absolutamente en nada al jugador, es el rostro que tiene la efigie, sin perjuicio aclaro, que sobre gustos no hay nada escrito y en relación a las creaciones artísticas menos. La estatua que había sido volteada por hinchas de Peñarol y retirada para su refacción, fue nuevamente reinstalada esta semana, luciendo nueva camiseta con una suerte de que también jugaría en el mundial.
Lo cierto es que a pesar de las críticas que se le pueda realizar a la estatua de Suárez, no podemos negar el cariño y afecto popular que ha generado la misma, pasando a ser un atractivo turístico donde cientos de salteños y ajenos pasan a diario para sacarse fotos, incluido el que escribe y lo anecdótico es que durante la ausencia de la estatua por su refacción, varios comerciantes de la zona eran preguntados a diario por turistas: ¿por aquí no había una estatua de Suárez?