martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

Y ahora, el hermano del puentero

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Por Gustavo Varela
En materia política, para poder ser candidato a cualquier cargo, lo principal es ser conocido o por la obra llevada a cabo, por las ideas que se puede tener con respecto a donde se quiera llegar o por trascender a cualquier costo, de cualquier manera, logrando que la opinión pública, esa masa de gente a la que se quiere acceder, lo termine reconociendo, comente sus opiniones y lo ayude a propagar su figura.
En una palabra, instalarse en la cabeza de la gente, para ser conocido fácilmente.
Una cuestión de marketing.
Eso está pasando en Salto entre quienes aspiran a alcanzar el sillón departamental.
Siempre se dice que el caballo del comisario, (o sea el candidato oficialista), es el que siempre tiene ventaja y en parte tienen razón, pues tiene a disposición los recursos humanos (los que metieron a dedo y quieren seguir trabajando), los recursos financieros (los dineros que recaudan mediante los impuestos), y los recursos de la infraestructura creada por la obra que todo gobierno que se precie de tal, haya ejecutado en su período de gobierno.
No es secreto para nadie que el Intendente Lima, haciendo gala de ser el gran “protector” de su familia, como nos mostró esta semana pasada “puenteando” a su cuñada en un carguito en la Intendencia mientras buscaba trabajo por otro lado, va a designar a su hermano, el Diputado Álvaro Lima, ejerciendo con maestría la “dedocracia”, para ser el candidato por el Frente Amplio en la próxima elección.
Lo curioso de todo esto, es que uno se esperaba que el candidato a la Intendencia por el FA, luego de 10 años de gobierno (¿?) comenzara a mostrar su lustre de candidato, promoviendo la obra llevada a cabo por su antecesor, para posteriormente presentar su propuesta de continuismo.
Para sorpresa de muchos, aunque no de todos, encontramos un candidato destemplado, agresivo, belicoso, como muy pocas veces se ha visto en un candidato oficialista, que atropelló la figura del Ministro del Interior, Luis Alberto Heber, con epítetos groseros, ordinarios, dinamitando las normas mínimas de convivencia que a tanto tiempo de las elecciones, es muy peligroso.
Uno comprende que es muy poco lo que tiene para exhibir, tanto en su trabajo personal como legislador, que ha sido nulo por completo, como el desarrollado por el “patriarca” de su hermano, como para poner el acento en la obra; es endeble la situación económica financiera de la Intendencia, como para pensar en el gasto electoral desmedido, por lo tanto lo único que tiene es mandar a la calle a trillar los barrios a las legiones de personas que colocaron durante los casi 10 años de gobierno, aunque con eso no alcanza, y él lo sabe.
Por eso tiene que apelar al descontrol, al histerismo demostrado que llevó a cabo en el acto político, pues tiene que generar urgentemente un hecho político, para empezar a posicionarse, y que se lo reconozca, para salir de ese anonimato, que con toda seguridad le marcan las diferentes mediciones de popularidad.
Teme perder el poder, y por eso sale a la desesperada de forma tan desprolija.
No solo teme, lo sabe.
Sería aconsejable que modere su vocabulario, que conserve los buenos modales, pues no es bueno que desde el oficialismo se comience a instalar la violencia verbal, que no conduce a ningún lado.
No sería bueno reeditar las mismas actitudes del “napolitano” aquel, que se creyó el dueño de todo, atropelló, torpemente, a todo el mundo y que terminó llevando al fondo del mar a su familiar más cercano.
Cálmese Diputado, y dedíquese a ser productivo en su trabajo.