Por el Padre Martín
Ponce de León
En los relatos evangélicos se pone en boca de Jesús le expresión del título de este artículo cuando habla del Reino de Dios.
No ponen una definición del Reino y, mucho menos, una descripción del mismo. Quizás porque Jesús nunca realizó ninguna de las dos cosas.
Siempre se remiten, los evangelistas, a una comparación desde un “Se parece a……”.
Si se toma, en forma particular, a cada una de las similitudes establecidas tendremos algunas características del Reino aunque no se habrá de llegar, aunando todas las características encontradas, a una descripción acabada del mismo.
Si se toman todos los “Se parece a……..” se habrá de llegar, también, a realidades comunes a todas las comparaciones establecidas por los evangelistas.
Una de estas características es que el Reino no es un algo instantáneo sino que requiere de tiempo.
No es una acción mágica sino producto de una acción en el tiempo.
Tiempo para buscarle.
Tiempo para que llegue a su plenitud de concreción.
Es, sin duda, una de las cosas que nos cuesta entender en plenitud puesto que son realidades antagónicas que se dan en simultaneo.
Desde la Pascua de Cristo podemos afirmar que todo ha llegado a un “Ya” definitivo y pleno.
Mientras transitamos, por esta historia, cargando con nuestra realidad de pecadores estamos en un “Todavía no” con respecto al Reino.
Es allí donde, necesario y fundamental, es el tiempo.
Tiempo para incorporar a nuestro actuar actitudes auténticamente cristianas.
Tiempo para ir superando todas nuestras muchas sombras que nos impiden testimoniar a Cristo con nitidez.
No es un tiempo de pasiva espera sino de activo compromiso.
Es un tiempo de búsquedas puesto que allí encontramos la forma de ser verdaderamente fieles a la voluntad del Padre.
Es imposible no meterse en el terreno de las búsquedas con todos los riesgos que ello conlleva.
Buscar es transitar por un sendero colmado de las posibilidades de equivocaciones.
Dios, respetando nuestra libertad, nos quiere buscadores para que elijamos, conforme nuestro mejor entender, un acercamiento a una creciente coherencia para con Él.
Jamás nos quita la posibilidad de una opción libre.
Siempre nos descubrimos con distancia para con una coherencia plena para con la voluntad del Padre.
Siempre nos descubrimos con distancia para con una coherencia plena entre en Cristo e el que creemos y las actitudes que tenemos para con los demás.
Para acortar estas distancias necesario se nos hace saber vivir el tiempo correctamente.
No es una realidad que nos debe colmar de angustias sino que debemos asumirlo como imprescindible para poder llegar a Dios.
El tiempo es el ámbito donde se va plasmando nuestro acercamiento al “Ya” de Cristo.
No es una realidad que debemos vivir con prisas sino como situación llevadera con la que convivimos en armonía.
El tiempo tiene su ritmo y por más prisa que le deseemos imponer jamás lograr modificar su velocidad.
Tiempo para construir y dejarse ayudar.
Tiempo para crecer y para trabajar.
Tiempo para, permanentemente, buscar.
Un tiempo donde conviven nuestros logros con nuestros constantes errores.
Un tiempo donde resulta imposible colocar únicamente realidades de un único signo.
Es allí donde se plasma la realidad del Reino.
En la búsqueda, realidad que conlleva tiempo, es donde se va construyendo esa verdad que, desde Cristo, ya es plena y definitiva.
El Reino de Dios se parece al bien común que se hace realidad.
Columnistas