Por el Padre Martín Ponce De León
Todo comienza con la generosa iniciativa de Dios.
Dios que quiere hacerse uno “con nosotros”
Para ello no se vale de lo establecido y formal sino que se identifica con lo vital y cotidiano de los hombres para que el “con nosotros” sea plenitud y verdad.
No busca las paredes silenciosas de un templo.
No busca los ritos solemnes de la religión.
Busca el vientre de una joven mujer.
Busca la vida complicada de los hombres y se identifica con ella.
Su hijo se hace niño recién nacido y deberá aprender a vivir como ser humano.
Aprenderá a buscar los pechos tibios de su madre para alimentarse.
Aprenderá a reconocer su voz y su aroma.
Aprenderá, con caídas y lastimaduras, a dar sus primeros pasos.
Aprenderá a llorar para manifestar sus necesidades.
Aprenderá, con el tiempo, a pronunciar sus primeras palabras.
Sabrá la incomodidad del surgir de sus primeros dientes.
Todo será un natural y prolongado aprendizaje.
Nace para que nada de lo humano le resulte ajeno.
Navidad es Dios que se hace “con nosotros” para destruir un concepto existente.
La religión tenía a Dios “en las alturas” y Él demuestra todo lo contrario.
Lo humano le importa tanto y está tan cerca de todo lo que hace a lo humano que se hace uno con todo lo nuestro.
En Navidad lo humano se llena de Dios y lo suyo se hace humano.
Ya no es necesario mirar hacia lo alto para ver lo de Dios. Alcanza con mirar a los ojos de los demás para descubrir la presencia de Dios “con nosotros”
Ya no es necesario, para hablar de Dios, usar vocablos en superlativo sino que es suficiente y necesario pronunciar valores humanos y saber que los mismos nos hacen referencia a Él.
Desde Navidad todo lo de Dios se hace nuestro y cercano.
Tan cercano que es acunado por una joven mujer que le ofrece el calor de sus brazos que lo mecen con delicada ternura.
Es por eso que desde Navidad lo de Dios y lo humano está unidos inseparablemente.
Dios con nosotros y lo nuestro en Dios en comunión de amor y gratitud.
Dios pronuncia su palabra de mayor cercanía pero nuestra voz jamás será suficiente para decirle gracias por tanto amor.
Por ello es que nos limitamos a acercarnos al otro para hacerle saber nuestro deseo más sincero de una FELIZ NAVIDAD.
Es una manera de desear al otro lo mejor pero es, también, nuestra manera de agradecerle a Dios su tanta cercanía de amor.
Desear FELIZ NAVIDAD es mucho más que un mero augurio. Es un compromiso y una tarea.
El compromiso de acompañar al otro en la búsqueda de lo mejor y es la tarea de hacer de lo nuestro el prolongar lo que comenzó hace mucho tiempo y necesita lo prolonguemos a los demás.
FELIZ NAVIDAD es continuar aquella página de la historia donde Dios, por gratuito amor, se hace “con nosotros”
Ayudémonos para que FELIZ NAVIDAD sea para y entre todos.
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