Fin de año
Por el Padre Martín Ponce De León
Al llegar estas fechas hacemos balance de lo transcurrido.
Al llegar estas fechas comenzamos a hacer proyectos para lo que vendrá.
No podemos limitarnos a cerrar el tiempo porque el mismo siempre está abierto.
No podemos limitarnos a comenzar puesto que siempre somos la resultante de una mezcla de pasado, futuro y hoy.
Por más que existan quienes actúen como si todo comenzase con ellos tal realidad no es cierta. La historia relata de un mandarín que hizo quemar todos los libros para que no quedasen vestigios del pasado y todo comenzase con él. ¡Cuántos mandarines siguen habiendo en la historia!
Debemos saber hacia dónde vamos sin poder dejar de reconocer que somos quienes somos.
Así es como vamos construyendo nuestra historia personal.
Cerramos el año para abrir uno distinto.
Al mirar hacia atrás encontramos muchos acontecimientos que nos han ido marcando.
Acontecimientos extraordinarios, los menos, acontecimientos cotidianos, los más, que nos han hecho ser lo que hoy somos.
Generalmente tales acontecimientos están ligados a rostros, puesto que en nuestra esencia está el que somos seres en relación.
Rostros que se agigantan, rostros que irrumpen y rostros que se derrumban o resquebrajan.
Rostros que nos acercan situaciones, vivencias, colores y palabras.
Rostros que continúan estando en nuestra vida para ayudarnos a crecer como personas y a cuestionar nuestra coherencia.
Rostros que siempre serán presencia aunque, tal vez, físicamente ya no estén o medie la realidad de la distancia.
Ellos quedarán en el año cerrado pero pasarán al tiempo abierto y así nos sucede con todo lo que hace a nuestra vida.
Por más que pretendamos dejar algo en el pasado ello se habrá de “colar” en ese tiempo que estaremos abriendo.
Algunas realidades estarán para animarnos haciéndonos saber que se puede y otras estarán para ayudarnos a no reiterar situaciones similares.
Los rostros no irrumpen en nuestra vida gratuitamente sino que son parte de ese “Para qué” de Dios que debemos hurgar sin permanecer indiferentes ante ellos.
Si uno se limitase a cerrar el año teniendo en cuenta, únicamente, los acontecimientos extraordinarios se descubrirían que los muchos no son muchos más que diez.
¿Puede realizarse un balance anual en base a no mucho más de diez situaciones?
Por más importantes que los mismos hayan sido no dejan de ser extraordinarios. ¿No son demasiado pocos para todo un año?
Por más que cada acontecimiento llegue con su carga de causas y consecuencias. ¿No son demasiado pocos para todo un año?
Sin duda que el año es mucho más que lo extraordinario.
Son mil momentos cotidianos.
Son cien mil situaciones diarias.
Es allí donde debemos profundizar nuestro balance.
Sin duda que el tiempo por venir nos acercará situaciones extraordinarias que no serán iguales a las pasadas y deberemos aprender a vivirlas sobre la marcha misma.
Desde lo vivido y el tiempo por venir: ¡FELIZ AÑO para todos!