jueves 21 de noviembre, 2024
  • 8 am

Entreverado

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Sol

Por el Padre Martín Ponce De León
No me resulta fácil redactar este artículo puesto que se entreveran en mí dos realidades muy diferentes.
Por un lado experimento la necesidad de afrontar los sueños con los que comienzo este nuevo año y por otro aparece el deseo de redactarles una serie de solicitudes a los “Magos” que traen sus obsequios todos los seis de enero.
Sinceramente no sé muy bien cómo puedo compaginar ambas cosas por más que ellas vayan en una misma dirección.
Me resulta imposible no tener muy presente el hecho de que luego de diez y seis años debo comenzar a organizar mi mudanza a un nuevo destino.
Un destino que medianamente conozco pero que, sin lugar a dudas, no es mismo que dejé hace muchos años.
Todo ha cambiado y por lo tanto todo es un nuevo desafío.
Puedo encontrarme con seres que me conocieron hace muchos años pero, supongo, ellos han cambiado casi tanto como lo he hecho yo.
Recordaba un barrio con sus casas de chapas de cartón alquitranado y hoy ese lugar no está más puesto que está colmado de casas muy sencillas pero todas de material. Lo único que se conserva es el nombre del barrio.
Existen barrios que no existían y ahora se encuentran en un constante crecimiento.
Por allí crece mi sueño de poder transitar esos lugares y estar cerca de la gente y sus inquietudes.
Es, entonces, que experimento la necesidad de solicitar poder ser útil en esa nueva tarea que espero poder desarrollar con cercanía y humanismo.
Para ello es que deseo solicitar a “los Magos” que me regalen el dejarme ayudar para desempeñar una tarea que no sé muy bien en qué consiste.
Quiero ser ayudado a conocer los lugares y las gentes que los habitan.
Quiero poder recorrer lugares y poder aprender.
Aprender de solidaridad y entrega.
Aprender de cercanía y disponibilidad.
Aprender de mano tendida y desinterés.
Son un algo de los sueños que voy poniendo en lo que debo llevar para la nueva tarea que deberé desarrollar.
Son un algo de lo mucho que debo solicitarle a “los Magos” para que me lo obsequien y pueda ser lo más útil posible.
Conozco muy bien mis limitaciones y sé que ellas van a irse conmigo. Por más que lo desee no las podré dejar abandonadas en algún espacio vacío de la parroquia de la que me voy a retirar.
Debo reconocer que el volver a Salto me llena de sueños pero no quiero, porque no lo siento, ir a dar trabajo o ser un peso para alguien.
Quiero ser lo más útil posible para Cristo y los demás.
Quiero estar lo más disponible posible para dar una mano desde mis posibilidades.
Quiero ser un instrumento en las manos de Dios para que otros lo sepan cercano y en la intemperie.
Pero, también, debo reconocerlo, me produce una extraña sensación el hecho de deber dejar todo lo que he vivido durante todos estos años.
Por ello es que todo me resulta un entrevero donde se mezclan los sueños, los deseos y los desafíos que deberé vivir en este año.