Autoridad
Por el Padre Martín Ponce De León
Jesús hablaba y llamaba la atención la autoridad con que lo hacía.
No se basaba en lo que decían los maestros de la Ley.
No se apoyaba en las interpretaciones de los ilustres rabinos.
Se apoyaba en su experiencia personal.
Era su interioridad lo que le brindaba esa autoridad con la que predicaba.
Era su propia vida la fuente de esa autoridad que tanto llamaba la atención de sus contemporáneos.
Cuando miramos la vida de Jesús podemos descubrir con claridad que sus palabras no son otra cosa que la manifestación verbal de sus acciones.
En toda su actividad cada una de sus palabras va acompañada por un estilo de vida que las hace tremendamente creíbles.
Lo suyo no era repetir instrucciones recibidas con antelación.
Lo suyo no era una invitación al conocimiento de una doctrina sino la propuesta de un estilo de vida.
El estilo de vida que Jesús propone es un algo colmado de cercanía y mano tendida.
El estilo de vida que Jesús propone no es el de Dios encerrado en el templo sino el de un Padre transitando por los caminos de su territorio y encontrándose, para redimir, a los más necesitados.
Cada uno de sus gestos o de sus signos no hacen otra cosa que decir de “su Padre” Dios.
Todo su actuar es una prolongada palabra y es allí donde nos encontramos con esa tan llamativa autoridad.
Lo de Jesús más que sus solas palabras, es todo un estilo de vida que se hace elocuente e impactante.
La gran mayoría de sus seguidores circunstanciales más que por lo que decía eran admiradores de lo que hacía.
Sus acciones eran, sin duda, su más elocuente y llamativa palabra.
Lo suyo resultaba tan pleno de coherencia que se volvía desbordante de autoridad.
Su autoridad radicaba en esa coherencia con la que vivía.
Ser seguidores de Jesús es intentar esa coherencia con la que Él supo vivir.
Cada uno de nosotros podemos tener muy en claro lo mucho que nos cuesta intentar ser coherentes.
Creo que jamás podremos sabernos plenamente coherentes y, por lo tanto, lo nuestro ha de limitarse a ser un muy prolongado e interminable intento.
Es por ello que Jesús se hace ayuda puesto que sabe de nuestras limitaciones y de lo exigente que resulta intentar ser coherentes.
Sabe que nuestra condición es mucho más poderosa que todos nuestros grandes propósitos y ello nos lleva a equivocarnos con reiterada frecuencia.
Nos habla con autoridad para que no dudemos de su propuesta hecha estilo de vida.
Pese a ello nunca pretende imponerse ni obligarnos sino que se limita a mostrarnos su vida hecha servicio y solidaridad para que, desde nuestra libertad, optemos por ella.
Nos habla con autoridad para hacernos saber que vale la pena intentarlo.
Lo suyo no es una obligación a cumplir sino una opción responsable que debemos realizar.