Imperdonable
Por el Dr. César Suárez
Los seres humanos al igual que otros seres de la escala animal nacemos con una serie de instintos de supervivencia que nos protegen desde el primer momento de nuestro nacimiento a través de automatismos que ya vienen con nosotros y son esenciales para intentar sobrevivir tales como buscar alimentos, respirar, instinto de escape ante una amenaza, de miedo, instinto de curiosidad, instinto de combate y violencia cuando se está en peligro o no, entre otros.
En los seres racionales, el desarrollo de la corteza cerebral nos ha llevado a racionalizar y reflexionar intentando de manejar racionalmente esas conductas instintivas, sin embargo, suelen constatarse en la sociedad, conductas que condicionan esa capacidad de racionalizar y hay situaciones de violencias por diferentes motivos que terminan por distorsionar la convivencia, desde hechos cotidianos que generan un clima enrarecido hasta acontecimiento de violencia física inusitada y en ocasiones resultan difíciles de creer o concebir.
Los tiempos han cambiado y cada día nos enteramos de acontecimiento aberrantes de agresiones gratuitas de violencia por venganza en un espiral incontrolable.
Recientemente, más allá de los cientos de muertes violentas que cada vez son más frecuentes, nos acabamos de enterar de la muerte en Montevideo de un niño de 8 años consecuencia de acciones salvajes donde se disparan armas de fuego sin reparar en las consecuencias y aparecen víctimas inocentes que han generado una indignación generalizada en toda la sociedad.
Pocos días después, nos enteramos que en Buenos Aires en un intento de robo de un vehículo es baleada una niña de 9 años en la nuca, falleciendo pocas horas después.
Este acontecimiento ha vuelto a indignar a la sociedad argentina y por supuesto a todos los que no hemos enterado de la noticia.
Dos casos imperdonables que llevan a dos sociedades ampliamente conectadas a la incredulidad de estos acontecimientos incalificables.
Ambas sociedades exigen que los criminales sean castigados con penas ejemplares y que sean sacados de la sociedad por término de décadas.
Son apenas 2 casos que han movido a toda la comunidad de 2 países a generar una indignación mayúscula.
Simultáneamente con estos acontecimientos locales, cada día nos enteramos a través de los medios informativos que, en Medio Oriente, se ha desatado una guerra entre Israel y el ejército palestino de Hamás donde han muerto a consecuencias de bombardeo indiscriminados desde el aire a través de aviones de guerra más de 25.000 personas, 25.000 seres humanos, como cualquiera de nosotros y dentro de los cuales, se cuentan más de 10.000 son niños.
Esa cifra de niños muertos multiplica por 5.000, la muerte de estos 2 niños en nuestra región que tanta indignación nos causado.
Esta masacre es justificada por otra masacre que el grupo de Hamás dónde murieron 1400 personas, ninguno de esos hechos criminales pueden ser aceptados ni como agresión ni como venganza.
Mandar aviones a bombardear centros densamente poblados, sabiendo que cada disparo va a terminar con la vida de personas inocentes sin duda es un hecho criminal, tal como estamos condenando en nuestras latitudes por nuestros 2 niños muertos.
En ambos acontecimientos, los sucedidos en nuestro país como los de Medio Oriente, obviamente con una diferencia numérica desmesurada pretende justificarse por un sentimiento de venganza absolutamente enfermiza, tanto en el caso de nuestro país como el de Medio Oriente
Si nos indigna la muerte de un inocente de 8 años en nuestro país, en qué grado de indignación nos tendríamos que situar cuando más de 10.000 niños son asesinados a través de una fuerza desmedida que tristemente, sin mostrar el más mínimo atisbo de arrepentimiento de quienes la están provocando ni voluntad de parar con la masacre cuya definición no es otra que genocidio.
Ellos como los que les prestan ayudas con más armas letales para continuar con la agresión contra miles de personas a las que les caen desde el cielo bombas letales de al que es imposible defenderse con culpables bien identificados que a pesar de toda la condena de las sociedades civilizadas, no muestran la más mínima decisión de parar.