sábado 4 de mayo, 2024
  • 8 am

Con los pies embarrados

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Muy bien no sé debido a qué se vino a mi mente la imagen de aquel personaje de una película.
Impecablemente vestido con traje y corbata.
Pero llama la atención sus pies descalzos.
Tal vez porque no existe un par de zapatos de semejante tamaño.
Tal vez porque resulte imposible encontrar un algo con lo que cortar unas uñas grandes y que impiden el uso de algún calzado.
El contraste es demasiado llamativo como para resultar indiferente al observador.
Me habían llevado a conocer una zona del territorio parroquial donde se pretende pueda desarrollar mi tarea sacerdotal.
La ciudad me resultó ese gigante de traje y corbata. Grande, extendida y elegante.
Pero su borde me resultó ese ser con los pies descalzos y embarrados.
Allí se ve pobreza y casas muy sencillas. También se ven muchos complejos de viviendas.
Pero golpea a los ojos la realidad de tanta pobreza.
Mientras observo ese trozo de la ciudad mi mente se dispara hacia otro trozo donde uno se encuentra con similar realidad de precariedad.
Mientras mis ojos se llenan con la visión del lugar que se me está enseñando mi mente queda en blanco ante el desafío de una posible tarea.
¿Qué hacer? ¿Cómo ser útil? ¿Cómo poder servir?
Es evidente que no debo angustiarme ante el hecho de no tener ninguna idea de por dónde comenzar.
Debo asumir que todo pasa por no tener ideas y ello es un buen comienzo ya que no debo imponer nada sino buscar todo lo posible.
Las ideas deberán surgir de la búsqueda con las personas integrantes de la comunidad y aquellas personas que, es de esperar, se vayan integrando.
Mientras tanto debo limitarme a mirar al gigante con los pies descalzos y embarrados.
Mirarlo y asumir no debo conformarme a ver lo que veo.
Necesito soñar con que, algún día, podrá utilizar algún calzado.
Nada debe ser más importante que conservar tal sueño aunque ello me implique el que deba ayudarle a que, algún día, disponga de la necesidad de comenzar a lavarse los pies.
Solamente con los pies lavados podrá utilizar algún calzado. Mientras tanto debo continuar soñando.
No es posible obligarle a calzarse o a lavarse los pies. Debe ser el resultado de un prolongado camino que le haga experimentar el deseo de utilizar zapatos.
Paciencia, constancia y mucho andar escuchando y aprendiendo.
Lo mío será en una zona de la ciudad donde me asignaron a dar una mano.
No puedo pretender algo más de lo que es mi responsabilidad y de lo que está dentro de mis posibilidades.
Puedo detenerme a observar lo mucho que ha crecido.
Puedo limitarme a contemplar lo elegante de su presencia.
Puedo ceñirme a ello y tendría mucho tiempo para disfrutar de todo ello.
Pero no puedo dejar de mirar que está con los pies descalzos y embarrados.
Para poder acompañarle, muy bien que lo sé, deberé embarrarme yo también puesto que no sirve hacerlo a distancia.