domingo 5 de mayo, 2024
  • 8 am

Duros de matar

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Desde que existen seres vivos sobre el planeta tierra han competido entre ellos por lo que hay, tratando de sobrevivir a como dé lugar, utilizando las estrategias disponibles para predominar sobre los eventuales oponentes.
Lo que es claro que todos quieren sobrevivir, desde el más diminuto virus o bacteria hasta la más gigantesca ballena, pasando obviamente por el hombre que es el que se cree que tiene más derecho que todos a estar vivo.
Cada ser vivo tiene sus herramientas para atacar y defenderse y mientras los seres humanos utilizamos la inteligencia para predominar sobre los demás seres vivos, éstos resisten gracias a la selección natural, que hace sobrevivir a los más aptos y menos vulnerables, que luego se reproducen con esas mismas virtudes.
A medida que la historia transcurre el hombre va inventando herramientas más sofisticadas para destruir a otras especies peligrosas o no y a sus propios congéneres cuando no se ponen de acuerdo.
Hasta hace un siglo, no era difícil devastar todo lo que estaba al alcance de la vista, pero había muy poco que hacer contra los gérmenes microscópicos, como virus, bacterias y hongos, que aparte de ser multimillonarios en número, no existían instrumentos para poderlos ver y por lo tanto no estaban al alcance de métodos rudos, por consiguiente fueron durante la mayor parte de la historia de la humanidad, responsables de millones de muertes en epidemias inmanejables por la medicina de entonces donde la población estaba indefensa ante su devastadora multiplicación.
Todo venía bastante bien para las bacterias hasta que en 1928 a Fleming se le ocurrió descubrir la penicilina, seguido poco tiempo después por otros antibióticos que tienen como particularidad la de atacar los mecanismos biológicos donde las células de los gérmenes se diferencian de otros seres vivos, permitiendo un ataque selectivo a fin de no afectar al organismo infectado.
Esta instancia fue crucial para los seres humanos dando un vuelco dramático en la cura de enfermedades infecciosas.
Muchos creyeron que con estos descubrimientos se había dado un golpe de gracias a las infecciones bacterianas.
Pero el tiempo demostró que las bacterias no se habían entregado y que fueron creando mecanismos de resistencia que podían neutralizar los mecanismos de los antibióticos, resistencia que se trasmitía a las nuevas generaciones transformando en menos eficaces o inútiles a muchos antibióticos que un primer momento había demostrado una eficacia demoledora.
Sin duda que este descubrimiento de Fleming se trasformó en un capital enorme para la humanidad, un tesoro especial, pero nada dura para siempre si no se cuida.
El abusivo e irresponsable uso fue desgastando la eficacia de los antibióticos, usándolos en cualquier circunstancia, ante el más mínimos síntoma y aunque no estuvieran indicados, muchas veces en dosis insuficientes, por suspensión del medicamento ante la más mínima mejoría, automedicados o mal indicado por médicos complacientes que no resistían o no resisten la pregunta: ¿y cómo, no va a indicar un antibiótico?
Hoy día, casi cien años después, caminamos hacia la situación de la era pre antibiótica, y si no hay un cambio de rumbo pronto en el manejo de estos medicamentos, van a quedar inútiles cuando ya no queden moléculas antibióticas nuevas para descubrir o crear y cuando las bacterias hayan generado mecanismos de resistencias imposibles de dominar.
Lo dicho al principio, todo ser vivo quiere vivir, consciente o instintivamente, no importa si tiene millones de células o una sola, siempre encontrará los vericuetos por donde escapar hasta ante el arma más agresiva y más si esta arma pierde sorpresa.
Hubieron de pasar miles de años antes de que el hombre descubriera una herramienta tan contundente como los antibióticos para defenderse de mortales infecciones, sin duda que debiéramos cuidar más esta herramienta y usarla con más responsabilidad o volveremos al principio.