miércoles 1 de mayo, 2024
  • 8 am

Desvalorización de la política

Fulvio Gutiérrez
Por

Fulvio Gutiérrez

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Dr. Fulvio
Gutiérrez
Cuando una persona adquiere una formación que le permite colaborar con cierta idoneidad con la sociedad en la cual vive, posiblemente piensa que sus conocimientos deben ser utilizados en beneficio del entorno que lo vio nacer, en el cual creció y ahora vive ya formado. Es casi una obligación ética retribuirle al Estado que lo educó, participar de la vida de ese entorno aportando lo que aprendió. Eso es lo que yo pienso. Para hacerlo tiene un abanico de actividades, y entonces debe elegir alguna o algunas. Elegí ejercer mi profesión, dedicarme a la docencia, y también dar mis primeros pasos en la política. Inspirado en este caso, en el principio que define el diccionario de la Real Academia Española, como el «arte, doctrina u opinión referente al gobierno y al funcionamiento de los Estados”. Encajaba justo en mis conocimientos jurídicos, y en mis aspiraciones para la sociedad en la que vivía. Consideraba que la política no es en sí misma buena ni mala, sino la consecuencia natural de la actividad que desarrollan las personas, para conformar, administrar y desarrollar un Estado. En mi caso, un departamento. La idea entonces, estaba en procurar satisfacer, como objetivo central, el interés general, sin privilegiar intereses particulares, en base al cumplimiento de reglas que el propio sistema estableció para organizar su comunidad. Recordé que en la antigua Grecia, la política era vista como una actividad digna; era en sí, un estilo de vida elevado al que toda persona debía de aspirar, ya que la política solo podía ser desarrollada teniendo como principio el conocimiento y la sabiduría.
Mi ingenuidad del momento, y mi falta de experiencia, se fue desvalorizando de a poco. Es que la realidad resultó ser muy distinta a los principios que orientaban la conducta de la gente. Después de más de treinta años, y viendo la irrefrenable desvalorización de la actividad política de mi departamento, me retiré. El desencanto fue gradual, notando una reiteración de constantes acciones negativas, que han llevado a la ciudadanía a perder la confianza en los gobernantes. Resulta evidente que los comportamientos de muchos políticos son verdaderamente aberrantes y contribuyen al debilitamiento de la democracia como sistema, y a la pérdida de credibilidad de los representantes públicos acerca del interés colectivo. En este sentido resulta doloroso ver cómo las instituciones y especialmente las personas encargadas de representarlas y darles valor agregado, pisotean frecuentemente la virtud que debería guiar el ejercicio de la función pública, y con ello todas las expectativas que la sociedad sostiene al respecto. Se ingresa a un camino de corrupción, y por eso, mucha gente ha decido desconectarse de la política.
Todas estas reflexiones, vienen a cuenta de las noticias que salieron a luz hace unos días en Salto, donde se denuncian acciones reñidas con la ética política que responsabilizarían al Intendente Lima, y que serían un claro ejemplo de la desvalorización de nuestra política local. Primero personas que dicen estar vinculadas a Lima, denuncian en las redes sociales la entrega de terrenos de la Intendencia a cambio de militancia política; luego la denuncia de una persona llamada Edison López, sobre la promesa de una fábrica de luces led, para lo cual prometía puestos de trabajo para mujeres de las cuales él tendría cinco puestos; después la construcción de un barrio que se denominaría la Tahona, que luego resultó ser un mega proyecto denominado El Milagro, que fue duramente cuestionado por la Federación Uruguaya de Viviendas de Ayuda Mutua, por el Grupo de Estudios Territoriales del Cenur, y por Fucvam. Lo real y concreto es que en el ámbito de la Junta Departamental de Salto, se estaría planteando la integración de una Comisión Investigadora, que a mi juicio es el camino jurídico correcto para averiguar la veracidad de esos hechos.
De este drama cotidiano, que trata de explotar las necesidades de la gente común mediante miserables promesas electoreras, es de lo que hablo cuando digo que muchos están apartados (cuando no asqueados) de la política. Y eso para la democracia en muy grave.