Un pueblo decepcionado
Dr. Fulvio Gutiérrez
La magra concurrencia de ciudadanos que votaron en las elecciones internas de los partidos políticos el pasado domingo 30 de junio, fue de tan poca magnitud, que inmediatamente de culminada la elección, escuché una serie de opiniones que no resisen el más mínimo análisis serio, que se requiere en estos casos.
El número de votantes fue de 976.597, en un total de ciudadanos habilitados a votar de 2.766.323. Es decir, solo votó un 36% de los ciudadanos habilitados, lo que constituye la cifra más baja de votación en las elecciones internas desde que estas existen.
En base a tales cifras, se comenzaron a buscar los motivos o razones que pudieran haber tenido los ciudadanos, ese día, para no votar. Se dijo que, en virtud de que el voto no era obligatorio, el intenso frio de ese domingo, hizo que muchos ciudadanos, no concurrieran a los circuitos de votación. Les recuerdo que las elecciones internas se hacen en junio, mes en el que hace y va a hacer frío siempre.
Otros afirmaron que el hecho fue consecuencia de que Uruguay participaba en la Copa América, que se juega en Estados Unidos. Absurdo, porque los miles de uruguayos que concurrieron a los primeros dos partidos en número cercano a los 40.000, no viajaron al evento, sino que viven allá. Los que habrían ido, son algunos cientos de personas, y no más. Otros dicen que fue porque los uruguayos se fueron del país de vacaciones, lo que en parte es cierto. Pero los que sí viajaron al extranjero fueron cerca de 45.000, suma que, en el total de los habilitados para votar que se indicó más arriba, ni siquiera mueve la aguja, como se dice actualmente. Quienes no quisieron votar, fueron aproximadamente 1.500.000 ciudadanos. Demasiados para no preguntarse qué pasó. Y no creo en la simple solución de hacer obligatorio el voto en las elecciones internas.
Para empezar, tan baja asistencia a los circuitos electorales, generó preocupación entre los partidos políticos, y se comenzó a analizar cuál sería la realidad de esta indiferencia electoral y política de nuestra ciudadanía. El creciente desinterés por la política nacional, vista en forma integral, va en creciente aumento.
Hace poco, cuando en una de mis columnas analicé el interés por lo político que dijeron tener los jóvenes que hacían cola ante la Corte Electoral para sacar por primera vez su credencial, la conclusión fue lamentable. Estaban allí el último día, y estaban porque sus padres los obligaron, no sabían que derechos iban a tener al adquirir la calidad de ciudadanos, no sabían que era una credencial cívica, y menos tenían noción alguna de los partidos y las candidaturas políticas del momento.
Esto no puede seguir así, y algo hay que hacer. La esencia de la democracia está en el voto de los ciudadanos como mecanismo de expresión de voluntad y de participación en el gobierno de su país. No hay democracia si el ciudadano no es consciente de su condición de elemento básico en la existencia de tal sistema de gobierno. De su derecho a votar y ser votado, o como dice la Constitución, de elegir y ser elegido. Y más aún en las elecciones internas, que nacieron a la vida jurídica en el Uruguay, como una forma de consolidar la democracia política. Si el voto se va a ejercer a través de los partidos políticos, razón de más entonces para que sea también el ciudadano quien elija a los candidatos de su partido político, y no quede la designación de los candidatos a la voluntad de unos pocos dirigentes, que se ubicaban convenientemente a sus intereses personales, en lugares de privilegio en las listas correspondientes.
Si la Constitución estableció obligatoriamente elecciones internas, es para que los ciudadanos ejerzan su derecho de elegir a los candidatos de su partido. No interesa que el voto no sea obligatorio. Interesa que se comprenda la importancia de su institucionalidad. Para eso es necesaria la educación a nivel familiar, la introducción en el currículo de nuestra enseñanza, primaria, secundaria y terciaria, de asignaturas que expliquen con claridad y fundamento, la esencia del ejercicio del derecho al voto en una democracia. En verdad, se requiere una decisión de Estado, para que el ciudadano tome conciencia de sus derechos y obligaciones.
Para que vote no por obligación, sino por convencimiento personal de que debe hacerlo. No conozco ningún programa o proyecto de los partidos políticos en ese sentido. Por tanto, ellos son también, responsables de esta decepción. Por eso lo del título.