lunes 16 de septiembre, 2024
  • 8 am

Sorpresa

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Debí realizar el viaje en busca de unos datos para un trámite que habría de realizar pocos días después. Datos que, como suele suceder, quedan para último momento.
Al llegar me preguntan si había ido con motivo del fallecimiento de una persona muy apreciada y muy colaborador de la parroquia donde me había encontrado. Naturalmente que pensé era una broma y manifesté no se podía jugar con ello. Grande fue mi asombro y sorpresa cuando se me relataron los detalles de aquel fallecimiento sorpresivo.
Lo primero que vino a mi mente fue el recordar las muchas veces que en “la previa” en la puerta del templo me había manifestado que cuando se sintiese muy mal me habría de mandar llamar y que yo debía ir.
El infarto no le permitió llamarme, pero igual me había llamado, sin que me enterase o lo realizase, para que estuviese en su último momento físico.
Vinieron a mi mente situaciones similares que ya me han sucedido y que han marcado mi realidad puesto que la sorpresa deja paso a la mano de Dios y su actuar sorprendente.
Tal vez, si me detengo a mirar con detenimiento y atención, puedo encontrar en cada uno de mis días, esas sorpresas que Dios nos obsequia. No me quedaría, únicamente, con esas situaciones como la del comienzo de este artículo que son tan evidentes y llamativas que resulta imposible no tenerlas en cuenta.
En oportunidades nos referimos a esas sorpresas que Dios nos regala como coincidencias o casualidades, sería bueno que las pudiésemos descubrir como sorpresas que Dios nos obsequia para que las disfrutemos descubriéndolo presente en nuestro día a día.
Dios no es un ausente o un lejano con respecto a nuestra vida. Todo lo humano nos habla y dice de Él. Desde todo lo nuestro nos está haciendo llegar su palabra.
En las realidades más sencillas de nuestra vida Él está presente y, en oportunidades, irrumpe con detalles que nos colman de gratitud y sorpresa.
Podría haber realizado el viaje en cualquier otro día. Podía haber sufrido el infarto en cualquier otro momento. Las dos realdades coincidieron en una misma jornada permitiéndome agradecerle por su forma de ser y por todas las manos brindadas a lo largo de tanto tiempo.
Las sorpresas que Dios nos obsequia son su forma de hacernos saber que está muy cercano a nosotros, que nada de lo nuestro deja de importarle, que desea contar con nosotros para que, siendo útiles, hagamos que su Reino crezca, que nuestro actuar cotidiano siempre tiene sentido y razón en cuanto de Él y para Él.
Siempre, las sorpresas de Dios, son situaciones sencillas que debemos aprender a descubrir como extraordinarias y colmadas de trascendencia ya que es lo suyo irrumpiendo en nuestra vida.
Son detalles que nos hacen saber que estamos inmersos en el proyecto de Dios y Él se encarga de hacérnoslo saber de tal forma. Nada de lo nuestro le es indiferente y nos lo demuestra con esas sorpresas que no son otra cosa que su manera de hacérnoslo saber.
Dios no nos obsequia, generalmente, sorpresas extraordinarias, sino que son esas pequeñas cosas que dicen de la importancia de lo nuestro puesto que dicen de su presencia en nuestra vida.
Las sorpresas de Dios son, siempre, una de sus maneras de hacernos saber lo mucho que nos ama, que confía en nosotros y no deja de necesitarnos.
Es por ello que sus sorpresas son, siempre, razón para renovar nuestro compromiso con Él, nuestra disponibilidad para colaborar en la tarea de ayudar a que su Reino se prolongue y hacer de lo nuestro una prolongada gratitud por su amor.