Comparando
Dr. Fulvio Gutiérrez
La pretendida reforma del sistema de jubilaciones y derogación de las AFAPs, con confiscación de los fondos en ellas ahorrados, nos permite a los uruguayos, dependiendo del grado de nuestra madurez cívica, hacer uso o no del criterio de experimentar en cabeza ajena.
En general las personas y las sociedades nos comparamos con otras personas y sociedades que, por sus características y realidades, son similares a nosotros. Por eso, muchas veces, nos comparamos con la sociedad argentina y su realidad. Huelga decir en cuantas cosas tenemos similitudes, y también en cuantas tenemos diferencias. Pero, esencialmente, los parecidos son muchos y eso a los uruguayos, en algunas ocasiones de brillante lucidez ciudadana y buena conducción política de nuestros gobernantes, nos ha permitido enderezar el barco frente a la tormenta y, viendo el error de nuestros hermanos, enfilar hacia altamar y no hacia las rocas. Eso pasó no hace tanto tiempo.
En el año 2002, cuando en Argentina declararon el “default” frente a la realidad de un difícil endeudamiento externo, en Uruguay, pese a todas las dificultades a las que nos enfrentábamos y a la presión decidida de los líderes del FA para que se actuara igual que Argentina, mantuvimos el concepto de ser fieles a nuestras obligaciones, de cumplir con lo comprometido y de sacar adelante al país con esfuerzo y dignidad. Más cerca en el tiempo, en el año 2020, se pretendió que las autoridades nacionales ante la pandemia del Covid dispusieran la cuarentena obligatoria, tal como se hacía en Argentina, en donde esa política, llevó al encierro de los habitantes, al empobrecimiento general de la sociedad y a la existencia de prácticas reñidas absolutamente con los mínimos conceptos de respeto hacia los habitantes y sus necesidades.
Recuérdense las fiestas clandestinas y los vacunatorios VIP, solo como un ejemplo. Y hoy, en el 2024, estamos otra vez frente a la disyuntiva de aprender de los errores que malos gobernantes aplicaron en el país hermano, y decir que NO, o lanzarnos a un abismo en cuyo fondo están los resultados que podemos ver en Argentina sin necesidad de cometer esos errores, y terminar pagando esos altísimos precios.
En el año 2008, el gobierno de la Sra. Cristina Fernández de Kirchner, expropió los fondos jubilatorios de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), en lasque durante años los trabajadores argentinos habían puesto sus aportes en sus cuentas personales. Los pretextos para hacerlos fueron variados, sentimentaloides y efectistas, y muy parecidos a los que hoy se utiliza para la reforma a la que nos estamos oponiendo. Eliminar privilegios, (como si ahorrar para nuestra vejez lo fuera), igualar situaciones (como si el criterio de igualdad tuviera que ser siempre para abajo), eliminar la especulación lucrativa(como si invertir en obras dentro del país para conseguir una renta que mejore la jubilación futura de cada uno de los aportantes, fuera especulación y no legítimo derecho) y varios otros etcéteras igualmente carentes de contenido, y tendientes a hacerle pensar al eventual votante, que es legítimo quedarse con la plata del que trabajó durante muchos años ahorrando para una vejez digna. Pero si todo esto no fuera suficiente para la reflexión serena, una vez más la realidad de Argentina, luego de la aplicación de una medida similar a la que se nos quiere imponer en Uruguay, nos debe llevar a concluir que la propuesta constituye un riesgo de futuro inmediato para la sociedad en su conjunto. Desde que se quedaron con la plata de las AFJP, los jubilados argentinos, han visto el detrimento escandaloso de sus jubilaciones, lo que los coloca en un estado de empobrecimiento injustamente vergonzoso. Por su parte, una muy significativa porción de los trabajadores en actividad ha optado por hacerlo “en negro”, ante la evidencia de que no sirve ahorrar para la vejez, porque ese ahorro se va a diluir sin invertirse de manera redituable. Y además, porque el Estado ya no es un garante del mismo, porque puede, cada vez que se le plantee el antojo legislativo o constitucional, quedarse con el producido del esfuerzo del trabajo de sus habitantes.
Por eso, como si estuviéramos mirado la realidad que nos espera desde un balcón asomados sobre las riberas de los ríos Uruguay o de la Plata, veamos lo que les hicieron los amigos kircheneristas del FA, a nuestros hermanos argentinos, digamos NO y tiremos la papeleta blanca a la basura.