Armando Guglielmone
Instructor canino – educador etólogo
Venta de ovejeros alemanes de pedigrí
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Si hay algo que lamentablemente pasa casi desapercibido para la sociedad, la actual al menos, son las personas mayores. Nadie presta atención a ellos excepto cuando, a veces, son nuestros familiares. Pero menos aún se presta atención a los perros que muchas veces los acompañan, es que si no importan ellos mucho menos sus perros. Andando en la calle como lo hago a diario gusto de prestar atención cuando veo a alguno de ellos discurrir por la vida, me resulta enternecedor ver como los perros los acompañan, esperan e incluso los oyen cuando estos les hablan, es que deben saber que si no lo hacen ellos será difícil que alguien más lo haga. Conozco a muchísimos, aunque ellos no me conozcan, los veo pasar siempre por los mismos lugares, manteniendo la cadencia muchas veces cansina de sus propietarios, a veces para evitar que hagan fuerza, pero mayormente porque muchos están envejeciendo con ellos. Veo el pequeño pinscher que sale a recibir a Elena cada vez que esta llega de hacer sus mandados de una manera que uno pensaría que no la ve hace días, pero solo pasaron unas horas. El señor que vive cerca del puerto que siempre lo acompaña una perra gordota, no es de él, pero cada vez que lo ve sale a su encuentro ladrando de alegría como si lo hubiera encontrado después de haberlo perdido, lo espera mientras con su bastón lucha en las subidas y lo escucha mientras este descansa recostado a una pared y cavila junto a ella. Al peludo peticito que camina siempre por el centro con su dueño acompañándolo en sus compras, mirándolo como discutía este con un conductor que detuvo su auto sobre la senda peatonal impidiendo su paso, y más importante, casi chocando al perrito. Y así por todos lados, como que en vez de gastar sus últimos años esperando que tal vez les presten atención, deciden invertirlos en dar afecto y protección a estos, que parece a veces cuando los miran que dijeran, “soy yo quien te cuida, pero me gusta que creas que eres tú quien lo hace”. Es que cuidar de la salud mental y emocional es lo más importante, cosa que a muchos humanos no les importa. En mi trabajo, así como he visto cosas emocionalmente hermosas he visto cosas muy dolorosas, de las buenas y de las que no lo son. De las buenas porque cuando he visto el dolor que causa la pérdida de un perro a sus dueños ancianos aprecias la intensidad de cariño que se forjó dándome la pauta que mientras estuvo el perro le hizo feliz a su dueño, he visto como personas que casi nunca o nunca has visto llorar, lo hacen de manera desconsolada cuando se ha muerto su perro. Pero también he visto como la mezquindad del ser humano no hace diferencia a veces ni con quien más se lo deberían merecer, nuestros padres. He visto como una señora mayor luego de quedar feliz y aliviada sabiendo que iba a poder convivir con su perra, cachorra aún, pues se podía modificar su conducta, ser emocionalmente despreciada por sus propios hijos quienes le sacaron la perra con la excusa de que era más gasto para ella, mientras la dejan sola en compañía de gatos rescatados por ellos que ninguna atención le dan y en los cuales igual ella debe gastar. Artigas, nuestro prócer, dijo en su momento que si no tenía más soldados pelearía con perros cimarrones; estoy casi seguro que en sus últimos días en Paraguay, a falta de soldados, tenía un perro a su lado.
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