Por el Padre Martín Ponce De León
Aunque pueda resultar extraño es necesario concluir que Navidad se debe escribir con “H” de humanización.
Sí, porque dicho evento no es otra cosa que la humanización de Dios. Por más que se insista en tal cosa siempre estamos muy lejos de poder suponer lo que ello, en su totalidad, significa.
Todo podría haber sido muy distinto, pero Dios no quiso saltearse ningún paso de lo que se requiere para ser un ser humano. Quiso necesitar de un vientre materno, de nueve meses de gestación, de un parto y de una madre para crecer como humano.
Podría haber comenzado su historia de humanización desde la seguridad de un adulto sin pasado ni historia, pero asumió la fragilidad de un bebé rodeado de pobreza para poder comprender más debidamente a los hombres con quienes debería comenzar a compartir momentos de historia.
En aquellos tiempos la fragilidad de los niños era muy importante puesto que las limitaciones eran mucho más notorias y evidentes que la de los niños de tiempos futuros.
Las expectativas de vida eran muy cortas. La desnutrición era evidente. Los riesgos en la salud eran frecuentes y mortales. Todo se vestía de riesgos cuando de infantilidad se trataba, pese a ello, Dios no quiso saltearse esa etapa de niñez. Su humanización debía ser total y así lo demostraba.
Si quería mostrar su cercanía con la cuestión humana no podía omitir etapas y así lo vivió. Se encarnó en el vientre de María y, desde allí comenzó su historia de humanización.
Todo fue completamente normal y natural en la historia de aquel niño. Nada podía decir que Dios se valía de sus privilegios divinos para transitar su historia de “hecho hombre”
Por ello es que cuando hablamos de Navidad no podemos no tener, en primer lugar, la necesidad de poner la “H” de “humanidad”
No podemos celebrar Navidad como un recuerdo o como un ya muy repetido ritual. Es la humanidad que se transforma y renueva y, como tal, debemos vivirla y celebrarla.
Navidad es la humanización de Dios y, por lo tanto, todo lo nuestro que se llena de lo suyo y se hace camino y lugar para llegar a Él.
Todo lo nuestro es lo que encontramos cuando intentamos adentrarnos en el acontecimiento de la Navidad. Nos encontramos con valores que dicen y hacen a lo humano dignificado e impulsando a la realización personal.
No es una pareja que reniega de su pobreza, sino que la asume y la redime. No es un niño que se rodea de privilegios, sino que se deja rodear por la más absoluta pobreza y, por lo tanto, solamente tiene lo que es y lo muestra como inmensa riqueza. Navidad es asumir lo que somos (aunque sabemos podemos ser mejores) y brindarlo a los demás sin quejarnos de lo que nos rodea.
Navidad es la pequeñez de un recién nacido y su necesidad de ser ayudado a crecer. Es dejarnos ayudar para que no nos resignemos a ser lo que somos, sino que asumamos que podemos ser mejores y, por lo tanto, más personas.
Navidad es Dios que se hace cercanía para que no nos encerremos en nosotros mismos sino que nos animemos a salir al encuentro de los demás para ayudarles a que se ayuden.
No olvidemos que Navidad debe comenzar a escribirse en nuestro corazón con la “H” de humanidad. Cuanto más y mejores seres humanos seamos mejor Navidad habremos de celebrar
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