Llamame intensa…
Por Alexandra Ledesma
Psicóloga y Terapeuta Sexual
Muchas son las veces que me cuestiono ¡A que hemos llegado como sociedad!, la distancia es la nueva forma de relacionarse, ¿qué locura no?
Un formato de amor de estas nuevas generaciones que establece que lo ideal es NO demostrar amor, no brindar atención, regalar ausencia para que el otro permanezca “enganchado”.
Está mal visto el hecho de comunicar lo que sentimos, de decirle al otro exactamente lo que queremos, de poner en palabras hacia dónde vamos y que es lo que NO vamos a aceptar.
Todo esto le da un encuadre negativo al amor, hoy, comunicar, expresarse, buscar soluciones, es sinónimo de “intensidad”, como si ser “intenso” fuera algo estigmatizante.
Vamos a sacarle el manto desfavorable al término, la intensidad nos muestra como posiblemente las personas establecen las conexiones con el resto, pueden ser unos destacados en el nivel de escucha, en atención, se conectan con profundidad, pudiendo considerarse esto una virtud, sobre todo en el mundo actual donde reina la superficialidad. Y me pregunto y te pregunto… ¿no es eso lo que tanto criticamos hoy? Esta forma en que la persona vive, siente, no conlleva a que la comunicación sea poco asertiva en consecuencia de ello.
Vivir de forma “intensa” habla de que somos seres sintientes, como todo ser humano, sentimos, nos alegramos, nos entristecemos, lloramos, reímos, y es mas, lo saludable de los vínculos, es la comunicación, la demostración. Claro que esto no quita que como toda emoción debemos poder gestionarla, pero nunca reprimirla.
Somos seres sociales en toda en su expresión, y como tales traemos en nosotros la socialización desde las etapas tempranas.
El hecho está en la forma en cómo nos vinculamos, ahí radica lo importante, lo primordial para lograr relaciones sanas con todo lo que ello implica.
Comunicarnos de forma asertiva debe ser la clave de toda relación, el “como” siempre es más importante que el “que”.
Debemos poder decir todo lo que sentimos y todo aquello que pretendemos para nosotros mismos. Callar o evitar conversaciones incomodas solo genera vínculos sin bases solidas.
El hecho esta en cuidar las formas de comunicar, saber que no estoy privado de decir aquello que siento o pienso, pero si, debo tener en cuenta la forma en que lo hago para lograr también que al receptor lo comprenda y me haga una devolución en base a ello.
En los vínculos de pareja esto muchas veces suele ser el causante de conflictos, ya que la falta de comunicación asertiva es un determinante para la ruptura.
La madurez emocional, juega un papel fundamental, es el cimiento de todos los vínculos, y lograr esta madurez es aprender a sanar situaciones traumáticas que nos marcaron de diversas formas, para no repetir patrones.
Trabajar en nosotros mismos, mejorar la forma en cómo comunicamos, perseguir la asertividad, aleja personas evitativas, “ghosteadoras” (personas que evitan dar explicaciones y solo desaparecen), inmaduras emocionales, que al no encontrar seguridad en sí mismos, hacen temblar la tuya.
La verdadera revolución hoy está en animarse a hablar, sentir, expresar, demostrar, no acarreemos con un Síndrome de Diógenes emocional, liberemos espacio para nuevas sensaciones, de esas que nos hacen bien.
No adaptemos nuestro lenguaje del amor a estas nuevas formas, no incursionemos en la comunicación no comunicativa, seamos más que eso, seamos lo que pretendemos para nosotros mismos.