Por el Padre Martín Ponce De León
Es evidente que el relato evangélico de la transfiguración de Jesús es una gran enseñanza para las primeras comunidades de cristianos. Enseñanza que, sin duda, continúa teniendo vigencia en la actualidad.
El texto, a más de los tres discípulos que acompañan a Jesús, nos refiere a otros dos personajes que se van a encontrar con él. Moisés, el legislador por excelencia, a quién Dios había confiado el texto de la Ley. Elías, el profeta por excelencia, vocero de Dios en tiempos muy especiales del pueblo de Israel.
No son dos personajes secundarios, sino exponentes de la religión del pueblo y su vivencia. El relato evangélico busca mostrar la nueva realidad a partir de Jesús.
En Jesús la Ley adquiere una dimensión novedosa. Ya no importan tanto los muchos preceptos que ella contiene,sino que es necesario comenzar por la “Ley del Amor” que conduce a los demás y, así, a Dios. Jesús es presentado como “el nuevo Moisés”
En Jesús se culminan todas las profecías Si los profetas encarnaban las palabras de Dios invitando a un cambio de vida, en Jesús, que es la misma Palabra de Dios hechahombre su vida es el instrumento que conduce a Dios. Es una Palabra que dice plenamente de Dios y su reinado.
Según el relato, Moisés y Elías desaparecen de la vista de los tres discípulos de Jesús. Irrumpe en la escena una nube que cubre todo y, desde allí, se escucha una voz que dice: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.
Ya la Ley y los profetas pasan a un segundo lugar puesto que Jesús está solo. Se transforma, así, en lo que se hace necesario para llegar a Dios escuchándolo.
Escucharlo es descubrirlo y hacerlo vida. Todas las palabras pronunciadas por Jesús se resumen en el estilo de vida que nos propone. La suya no es una propuesta para que la sepamos sino para que la vivamos que es, sin dudarlo, nuestra forma de demostrar que le hemos escuchado.
Si para los contemporáneos de Jesús el templo era el signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, para Jesús ese mismo signo es un estar, constantemente, a la intemperie para encontrarse con los necesitados y responder, desde los caminos, a las necesidades de cada uno.
Dios no se hace templo, sino que, en Jesús, se hace ser humano para que nuestro vivirlo sea un constante crecimiento en nuestra humanización. Se encuentra con la muerte y comparte vida, se encuentra con el hambre y responde con pan, se encuentra con la enfermedad y comparte salud, se encuentra con la marginación y comparte integración, se encuentra con la necesidad de aliento y comparte sencillas palabras.
Jesús no era un teórico, sino un ser profundamente humano. Tenía los pies sobre la tierra. No se encontraba con los demás para saturarlos de rezos o teológicos discursos. Se encontraba con los demás y los hacía saberse personas, que, siempre, es el primer paso de la evangelización y ello es lo que espera hagamos quienes nos decimos e intentamos ser seguidores suyos.
Para poder responder a lo que sentimos nos está diciendo Dios necesitamos, en primer lugar, saber escuchar lo que los demás tienen para decirnos. Sin escuchar a los demás jamás podremos decir que escuchamos la voz de Dios.
Jesús no es una doctrina que debemos conocer, sino que es un estilo de vida que debemos intentar asimilar y llevar a la práctica. Solamente así estaremos cumpliendo con el pedido de Dios: “Escúchenlo”
Sin vivir a Jesús resulta muy difícil pretender llegar a Dios.
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