Por Leonardo Vinci.
La izquierda- habiendo anidado en la CNT (ahora PIT-CNT)- en 1968 planteaba en su programa «una reforma agraria que erradique el latifundio…».
No hay que ser muy sagaz para tener en claro que tres gobiernos del frente amplio sólo permitieron extranjerizar cada vez más la tierra y que miles de hectáreas fueron a parar a manos foráneas y enormes superficies pasaron a ser propiedad de empresas tales como «Montes del Plata» y/o UPM.
Según leo en el fascículo 59 de la Enciclopedia Uruguaya, la CNT planteaba «… limitar el ingreso de funcionarios a la Administración Pública…»
En este capítulo, no sé si reír o llorar. Los gobiernos del FA no sólo cubrieron las vacantes, sino que- además- nombraron tantos funcionarios como los que colmarían el estadio Centenario. Al asumir Vázquez eran 230.000 y al terminar su segundo mandato la cifra se elevó a 315.000.
Por supuesto que no quedó familiar alguno de «la barra» fuera de la administración pública.
Los sindicalistas y militantes de la izquierda, deberían explicar a qué se refería la CNT cuando buscaba el «Desarrollo de los transportes… aéreos estatales».
Pero me temo que ni con un panel de especialistas internacionales podrían hacerlo.
Dilapidaron 280 millones de dólares con PLUNA, y luego del episodio del «caballero de la derecha», tiraron otros 20 millones con el invento de ALAS- U.
No me quiero ni acordar del jet presidencial en el que gastaron 2.700.000 dólares y se remató en 180.000.
O el del bimotor Cesna de ANCAP (para Sendic y De León), que entre su compra y mantenimiento costó 900.000 dólares y se vendió en 250.000.
Y como corolario de este súper resumen de la CNT, la frutilla del postre: ¡el aguinaldo a los pensionistas a la vejez! (Y pensar que algunos viejitos les creyeron…).
Por estas banderas hicieron arder al país en los sesenta.
En esos años convulsionados, un grupo de jóvenes obnubilados con la guerrilla cubana- desoyendo al Che Guevara- se propusieron hacer una revolución armada en Uruguay y se encontraron con un movimiento popular que venía del norte liderado por un tal Raúl Sendic al frente de la UTAA.
Despreciaron las «libertades formales» y optaron según la Sra. Topolansky por la vía rápida. Desconocieron la voz de las urnas; ignoraron la voluntad popular, y como creyeron que la suya era la única verdad, en su nombre robaron, secuestraron y mataron.
Los de tierra adentro no se quedaron atrás, y aunque algunos de sus reclamos podrían haber resultado atendibles, iniciaron su propia guerra contra las Instituciones. Finalmente, tras la acción del «Tiro Suizo» durante un gobierno blanco, se desató el terror tupamaro.
Otras corrientes políticas prefirieron obtener los mismos logros por distintos medios. Al menos aparentemente, y también fueron a las urnas (aunque nunca descartaron del todo la opción armada).
En páginas amarillentas pueden leerse los postulados de la izquierda propuestos en una reforma constitucional en 1966. Las perlas del rosario resultan imperdibles, pero me limitaré a enumerar sólo a algunas de ellas.
«Declárase de interés público la nacionalización del comercio exterior…» Imagínense en el mundo de hoy decirle a cualquier empresa importante que haya invertido en Uruguay que toda su producción debe ser vendida al Estado (en pesos) y que el elenco gubernamental se encargará de comercializarla al exterior (en dólares). ¿A quién se le podría ocurrir semejante dislate?
«Prohíbese a los particulares y a las instituciones particulares (…) la realización de operaciones correspondientes al giro bancario. La ley dispondrá las medidas necesarias para hacer efectiva la nacionalización de los bancos privados (…) existentes.» Pero… ¿A quién van a nacionalizar? ¿A todos los bancos?
Por estos postulados murieron y mataron.
Digamos claramente las cosas como son.
¡No permitamos que la mentira pueda más que la verdad!
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