Por Leonardo Vinci
Es difícil remar contra la corriente, y más trabajoso resulta rebatir un relato mentiroso.
De todas formas, lo haremos con el arma más poderosa: la verdad.
Gonzalo Abella es un docente, historiador y político- conocedor de nuestra historia- sin embargo, tiempo atrás, en entrevista a CX 36, dio por ciertas algunas falsedades.
Se refirió a la «eliminación» de los charrúas, y a una «serie de hechos monstruosos que siguieron (a Salsipuedes)». Dijo: los «charrúas cautivos por los ingleses se fugaron en las Malvinas y junto con el gaucho Riveiro tomaron el poder en Las Islas por unas horas, levantaron el Pabellón argentino y fueron masacrados junto con todos esos paisanos, que en un momento de inmensa dignidad murieron por recuperar la soberanía de Las Malvinas para Argentina. Ahí hubo sangre charrúa derramada.»
Resulta que el famoso gaucho Antonio Riveiro había sido un empleado contratado por Luis Vernet cuando fue Gobernador del Archipiélago.
Las duras condiciones de vida y problemas económicos lo llevaron- con un grupo de ocho peones que trabajaban en las Islas- a sublevarse en agosto de 1833; entre ellos había indios que, según Vernet, «habían sido algunos años antes confinados en la isla por el gobierno de Montevideo y poco después habían entrado voluntariamente a mi servicio como gauchos».
Las violentas acciones de Riveiro, fueron secundadas por dos peones y los indios charrúas: Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre, los que actuando por sorpresa, asesinaron cruelmente al capataz y a otros 6 trabajadores.
En enero de 1834 llegó una embarcación británica a Puerto Soledad tomando el control del lugar, entregándose los sublevados. Tras ser juzgados se le aconsejó al Almirantazgo embarcarlos de vuelta al Río de la Plata y dejarlos en libertad. Riveiro y sus compañeros llegaron a Montevideo en la nave Talbot y fueron liberados.
La Academia Nacional de la Historia Argentina investigó estos hechos y concluyó que: «En ningún momento ni Riveiro ni ninguno de sus compañeros declararon que el acto cometido por ellos había tenido por finalidad rebelarse contra la dominación británica».
Del dictamen «no se desprende que un móvil patriótico impulsara a estos hombres a dar muerte al delegado y gente enviada por Luis Vernet (…) No eran las víctimas por lo tanto, soldados o marinos británicos, sino empleados del ex comandante político o militar del gobierno de Buenos Aires (…) Esos hombres no fueron muertos con las armas en la mano, aprestados para una lucha franca, sino cuando estaban ocupados en tareas pacíficas o en el solaz del descanso.
El móvil de los asesinatos fue que Riveiro y los suyos recibían como paga billetes papel para uso en el establecimiento de las Malvinas, en vez de monedas de plata».
Así es que nunca existió el «momento de inmensa dignidad (en el que los charrúas) murieron por recuperar la soberanía de Las Malvinas para Argentina» como afirmara Abella.
Y decir que «Ahí (en las islas) hubo sangre charrúa derramada» es una reverenda mentira.
Francamente, no me molesta que Abella sueñe con utopías regresivas o que se crea su propio relato, en el que charrúas uruguayos pelearon hasta la última gota de su sangre por la soberanía argentina de las Malvinas en 1833.
Lo que me preocupa, es que haya gente que crea esas mentiras.
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