Por Gerardo Ponce de León
Dentro de una ciudad, tenemos lugares que son muy particulares, como es el ejemplo de las calles Las Piedras y José P. Varela. En esas ochavas, nos encontramos con: OSE, el tanque de agua (que dicho sea de paso, se divisa desde un 90% de la ciudad) y el Hogar de Ancianos. Más de uno hemos tenido que ir a pagar en las oficinas de OSE las cuentas que sin querer o por falta de plata se han quedado para atrás. Al llegar a dicha oficina, es común ver alguno de los residentes sentados en el frente del Hogar. Y nuestra relación con dicha casa, termina ahí, miramos y nada más. Ahí tenemos la diferencia de mirar y ver. Miramos y nos conformamos con lo que encontramos, y no nos preocupamos por ver la realidad de los moradores de dicho Hogar.
¿Cuántos son? ¿Cómo viven? ¿Quién los cuida? ¿De donde son? Preguntas que no nos hacemos porque no queremos ver la realidad, porque no nos importa. Es obvio que son ancianos, “abuelos” “viejitos”, todos términos usados con cariño y respeto; que están bajo el cuidado del Hospital Regional de Salto y por lo tanto, están cuidados por doctores, nurse y enfermeras, que el Hospital, al ser regional, tiene gente de varios lugares, que en su gran mayoría son del interior. En nuestro decir: “gente de campo”. No creo que les falte cuidado, ya que he podido comprobar el cariño, el respeto y la atención que le brinda la gente que trabaja ahí. He visto hacerles panes para la merienda, y servirle leche, hasta si se quiere, lo que ellos quieran. Casi todos hacen sus “sopas” (pan y leche mezclados en la taza) al merendar. No sé si lo hacen siempre, o que coincidió mi presencia ese día.
¿Por qué de este escrito? Porque considero que son los gran olvidados de la sociedad. Gente que no pueden ir a un geriátrico particular, y que en dicha casa, podría ser habitada por 80 personas, pero su infraestructura, permite entre 60 y 65. Se les escapa de entre las manos, como mínimo 15 seres humanos que podrían gozar de un mejor nivel de vida. Que podrían estar en un lugar agradable, cálido y acogedor, prolijo y ordenado. Reitero que todos estos factores, son cubiertos por la entrega que hacen por ellos, toda la gente de ASSE que tiene que ver con el Hogar.
¡Qué difícil es convencer a una persona de algo sino lo ve! En la época que estamos, dada la pandemia, no está permitida la entrada de nadie que no pertenezca al grupo de gente que trabaja ahí. Cosa muy razonable, como también, se tendría que exigir un cambio de mentalidad de las personas que podrían ir a conocer, ya que para algunos, es ir a un zoológico, en los cuales miramos animales y no seres humanos como nosotros.
¡Cuántos salteños pueden arrimar unos pesos, para darle, simplemente, calidad de vida! Se sabe que la situación es difícil, pero para ir a veranear (que muchos se lo merecen) lo podemos hacer, para cambiar de auto, lo podemos hacer, para dar NIVEL de VIDA, a otro ser humano, se nos complica la situación. Se y no se puede negar que existen muchos que no pueden hacer nada, ya que corren detrás del pan nuestro de cada día, pero ¿no será que otros pueden dar una mano?
Luego soy el primero en “rasgarme las vestiduras”, y ¿qué hago por estos abuelos? Sé que lo primero que pienso es que le corresponde al Estado, que no es un problema mío, y ¿quién es el Estado? Nos guste o no, somos todos nosotros; es como la Iglesia, somos todos Iglesia.
Sabemos que juntos podemos mover una montaña, solos granos de arena, pero existen montañas y están compuestas por granos ínfimos de arena.
Columnistas