sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

“Una vara de almendro” (8)

Pablo Galimberti
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Pablo Galimberti

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Sol

Mons. Pablo Galimberti
Fanatismo camino al Fatalismo
La “sociedad del espectáculo” propone a sus adherentes una constante gimnasia para seguir su ritmo. Introduce modas que muchos incorporan, aunque no expresen sus talentos y sueños más genuinos. Algunos viven entre aplausos o silbidos hasta que “se baja el telón”. Ignacio de Loyola invitaría a incorporar una dosis de “discernimiento de espíritus”, como llamaba él al intento de observar los vaivenes y enredos interiores. Y aconsejaría esto con urgencia a la joven protagonista del capítulo de Garet que comento.
Se estrena la canción “El vuelo de Ariadna”, nombre de la compañera del conductor del grupo musical. Sorprende la simbiosis sicológica, mental y corporal de la joven: “fue como si la muchacha se hubiera convertido en canción”. Para desgracia de la joven, esto fue lo que aconteció. La magia musical tocó fibras del inconsciente colectivo. Y “por donde caminara sonaba el tarareo de su nombre, adonde se detenía la rodeaban y la miraban anhelantes. Los que no entendían la letra igual la cantaban sintiendo una misteriosa liberación del ánimo, los que estaban perdidos entonaban `Ariadna´ llenos de esperanza”. La onda expansiva no paraba, ya que “cada día parecían más los perdidos”.
El atractivo ya no era la canción. Las miradas buscaban a la joven inspiradora de la canción, abanderada del éxito. De modo casi inconsciente, inducida por la magia del espectáculo, ella absorbió e incorporó en sí misma méritos y aplausos. Como si un abanderado pensara que los aplausos al pabellón nacional estuvieran dirigidos a él. Un fenómeno que algunos identifican con el término de “inflación”. Vulgarmente lo llamamos “agrandado-a”.
Ocurre con frecuencia, que suerte y desgracia caminen como hermanas gemelas. No sabemos si reír o llorar, festejar la vida o esperar un inminente derrumbe. Y lo que parecía un regalo o una oportunidad, resulta ser una trampa y nuestra propia muerte.
Virgilio ilustra cómo suerte y desgracia con frecuencia van de la mano. La Eneida describe una escena donde guerra, astucia y engaño llevan a una victoria y a una derrota. Faltando astucia y discernimiento perdemos la guerra: “temo a los griegos, aunque me traigan regalos!”. Pero igualmente los troyanos tragaron el anzuelo y aceptaron el regalo que escondía a sus propios enemigos. Cuántas veces vacilamos analizando algún ofrecimiento: a corto, mediano o largo plazo ¿me traerá ventajas o desgracias?
A veces decimos: ¡no compres un problema! O bien: ¡este ascenso te dará prestigio, pero destruirá tu familia!
La joven Ariadna quedó atrapada en un circuito fatal:“Un día ya no se animó a cruzar el muro de su casa; se refugió en una habitación sin afiches ni espejos. Mientras en un recital en la ciudad quela había visto nacer coreaban indefinidamente un bis de la canción, Ariadna se dejó morir en un cuarto de puertas cerradas, lejos de la música, en silencio y olvidada de su nombre.”
Seducida, identificada con los aplausos, ya no sabía quién era ella. Se descubrió vacía. Olvidó cultivar buenas amistades que pudieran sacarla del pozo. La sociedad del espectáculo no sabe lo que es amistad y ayuda. Dentro de la burbuja tampoco sabe diagnosticar. Pero nunca es tarde para empezar un camino nuevo. La tímida luz de la conciencia jamás se apaga. Bienaventurados los que buscan la luz y encuentran una mano amiga.