martes 30 de abril, 2024
  • 8 am

Hijos del rigor

Gerardo Ponce de León
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Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Pensé que no iba a escribir más sobre la pandemia, pero no es así. Existen actitudes que me hacen pensar sobre el ser humano. Unos la respetan, otros piensan que a ellos nunca les va a tocar. Sé, que la gran mayoría la respeta y trae consigo cuidar su “burbuja” y lo más importante lo hacen celosamente. Pero…la que más se ve, que es la que me lleva a esta reflexión y es la que más ruido hace no le importa nada.
Es acá donde quiero llegar, ya que no creo que se tenga que llegar al miedo o el rigor. El primero nos llega cuando el virus golpea una puerta muy cercana a esa persona. Lógicamente que lo primero que hace no es pedir disculpas o perdón, por no haberse cuidado, sino que busca a quien echarle la culpa, pero su conciencia le dice que fue él quien trajo el virus a su casa y le entra el miedo de que se descubra. El del rigor, aprende si se aplica, en él la fuerza, el castigo. Si ve que a alguien se le aplica el rigor, le entra el temor y se cuida. Estos son los “hijos del rigor”.
Creo que la mayoría esperamos algo que fuese ejemplarizante, alguna medida fuerte, que uno aprenda que si no me cuido, el rebaño no se inmuniza, y seguiremos dentro de todos los problemas que sufrimos. Lo más triste es que se apeló a una libertad responsable, que no es otra cosa que tenemos que aprender a cuidarnos, sabiendo de casos que el contagio es sin querer, pero si lo analizamos fríamente nos daremos cuenta que algún error cometimos. Dentro de estas medidas ejemplarizantes, es muy capaz que paguen “justos por pecadores”, pero la vara tiene que ser la misma para todos.
No debe de ser nada agradable el dar una orden o el aplicar la fuerza, pero creo que si es necesario y es por bien de todo el rebaño, una apretada de turca cae muy bien, y arriba se tendría que decir: “para que aprendan”. Si podemos llegar que aprendan sin aplicar el rigor: EXCELENTE, pero si es necesario que se haga. Casos hay y muy recientes, como lo sucedido hace unos días en una localidad del departamento de Salto (le doy las iniciales: Belén). Si descubrió de quien hablo lo felicito. Es un caso típico que van a pagar justos por pecadores.
Miren que se que muchos me van a criticar, no pretendo lo que se hace, por ejemplo en Turquía, con los violadores; pero si pretendo que se valore mucho más quienes hace mucho rato que se cuidan, que han dejado sus seres queridos, a sus amigos, sus reuniones. Todo hecho por el bien del rebaño. Muchos no se vacunan en un hecho que si se quiere es egoísta y personalista, ya que valgo más que los demás o es señal que pienso que “a mí, no me va a tocar”. Muchos hacen caso a lo que se ha leído, que está bien o está mal, personalmente no lo puedo decir pero si se que todos los científicos la gente que sabe de esto nos dicen que nos vacunemos creo que directa o indirectamente, si lo hago, es pensando, de no estar de acuerdo en los seres que me rodean.
Me es imposible imaginarme en cuarentena solo y sin poder hablar con nadie. ¡Dios mío, debe de ser uno de los mayores castigos! Otro, si se muere alguien de mi familia por mi culpa ¿quién sujeta mi conciencia?
¡Qué triste es pensar que somos hijos del miedo y del rigor!