Por Leonardo Vinci.
Aseguraba Lincoln Maiztegui Casas que era pavorosa «…la amenaza que constituían los charrúas» con sus continuas excursiones sobre los establecimientos de campo, robando las haciendas y matando a sus pobladores.
El Profesor Diego Bracco cuenta que a principios del 1800, los «infieles» habían avanzado hacia el río Queguay y el arroyo Guayabos. Las estancias quemadas y asoladas habían sido 6, donde «mataron hasta las gallinas». Pocos días más tarde tocó el turno a las del arroyo Salsipuedes. En una mataron un hombre y llevaron cautiva a su mujer; en otra también asesinaron a un hombre y aprisionaron a un muchacho.
Tales estancias y otras quedaron enteramente abandonadas.
Así lo testimoniaba Benito Chain escribiéndole a Jorge Pacheco, según consta en los Documentos existentes en el Archivo General de la Nación Argentina (AGNA).
Las hostilidades no cesaban y tiempo después, los charrúas atacaron una estancia del pueblo de La Cruz llevándose «en su retirada todos los caballos, así de la comunidad como de particulares que se hallaban en aquellos campos». También se llevaron prisionera «una china con dos hijitos que habían concurrido a llevar una muda de ropa a su marido y respectivo padre».
Así lo escribió Joaquín de Soria al capitán Jorge Pacheco en enero de 1801, tal como puede comprobarse en la Colección «Pivel Devoto», Tomo I, Caja 3, Carpeta 10 en el Archivo General de la Nación (AGN).
Pocos meses antes, el sargento José Gervasio Villagra le enviaba una carta al alcalde y comandante interino de Santo Domingo Soriano, López de los Ríos fechada en «Tacabó» el 9 de mayo de 1800 diciéndole «Se insolentan y atreven a introducirse hasta el centro de las estancias, en donde han cometido y cometen cada día latrocinios, muertes e incendios, que están dando a los peones y amos que caen en sus manos, sin reservar a las mujeres y criaturas, que unos matan y otras llevan a mayor sacrificio.» (AGNA)
Bracco también nos dice que en abril de 1801 «Fracasada la embajada de paz del año 1800, la sociedad colonial optó por la vía militar. Para que en opinión de su comandante la expedición tuviera éxito, la cantidad y calidad de la caballada era esencial. Así, del análisis de la documentación se desprende que se le prestó tanta o más atención que al estado de la tropa».
Oscar Padrón Favre cuenta que el 1º de mayo, «las fuerzas al mando de Jorge Pacheco, Comandante de la expedición ordenada por el Virrey Marqués de Avilés, atacó en la zona del Corral de Sopas a las tolderías de los caciques Juan Blanco de los charrúas y Zará de los minuanes».
Pacheco escribió en su diario que se liberaron «a la cautiva María Isabel Franco y otros dos muchachos también cautivos». Asimismo, se advirtió que las indias mataron porción de niños de pechos por no ser descubiertas en el monte por los que lo registraban, en caso de llorar».
Este documento puede leerse en el Museo Histórico Nacional en la Colección de Manuscritos. Tercer cuaderno del diario de operaciones del capitán Jorge Pacheco.
Lo anteriormente narrado (y documentado) prueba que no existió ninguna sociedad charrúa ideal que viviese en paz y armonía con los criollos, como algunos han pretendido hacernos creer.
La piola se fue tensando… y al final se rompió.
(Continuará)
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