sábado 23 de noviembre, 2024
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Dios cercano

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Una de las características más notorias de lo que significa Navidad y para la que debemos prepararnos es la de la cercanía.
Nada puede resultarnos más cercano que Dios que irrumpe en nuestra historia haciéndose uno más de nosotros.
Se hace niño pequeño con todo lo que ello implica de fragilidad y necesidad de cuidados.
Se hace niño pequeño para hacerse dependiente de los cuidados que ellos demandan y necesitan.
Dios se hace tan cercano que se hace niño recién nacido que necesita ser amamantado, higienizado y acunado.
Es una realidad que con su identidad con lo nuestro no desea mantenerse al margen de la historia de la humanidad ni pretende quedar encerrado entre las seguras paredes de un templo o entre las páginas de alguna teoría.
Dios se hace niño y, por lo tanto, alguien que comparte todo lo nuestro y la realidad de los demás.
Es, por todo ello, que nuestro ser cristianos es una realidad que nos requiere una constante consonancia con lo que Navidad nos muestra.
El cristiano debería ser un alguien dedicado a la cercanía con los demás.
Por allí debería comenzar su actividad puesto que ello es lo primero que nos enseña Dios en cada Navidad que celebramos.
No es una cercanía producto de nuestra debilidad que nos invita a refugiarnos en el anonimato de los demás.
Es una cercanía producto del amor y, por lo tanto, es algo lleno de comprensión y disponibilidad.
La cercanía de Dios es su constante disponibilidad para ayudarnos a que nos ayudemos a ser mejores personas y, así, más útiles a los demás.
Dios se hace cercanía para colaborar con nuestra realización.
Dios se hace cercanía para que sepamos que contamos con Él.
Dios se hace cercanía para que todo lo nuestro sea de su incumbencia.
Dios se hace cercanía para que nos animemos a serlo, también, nosotros.
No es fácil vivir la cercanía con los demás y por ello es que necesitamos aprender a vivirla.
Vivir la cercanía es estar disponibles aunque, muchas veces, experimentemos que se abusan de nosotros.
Vivir la cercanía es estar desinteresadamente aunque, muchas veces, nos agradaría poder visualizar algún resultado según nuestra manera de pensar.
Vivir la cercanía es ponernos, día a día, en un exprimidor puesto que siempre brindando lo mejor y tal cosa, en oportunidades, se nos hace exigencia.
Cuando comenzamos a vivir la cercanía descubrimos que ella nos pide mucho más que una simple disponibilidad interior ya que debemos hacerla gestos bien concretos.
Hay seres que están disponibles pero esperando se les llame. La cercanía de Dios es, siempre, tomar la iniciativa y salir al encuentro.
Dios, en Navidad, nos muestra que su cercanía es estar a la intemperie asumiendo todos los riesgos que ello implica.
Navidad no es una poesía ni un acto romántico de Dios para con nosotros que solemos ponerle mucho color para suavizar lo que ello implica.
Navidad es Dios que asume la fragilidad humana y, desde allí, se ofrece para transformar nuestra realidad colmándola con su amor cercano.
A nuestras imágenes navideñas solemos ponerle agregados que digan de ternura y romanticismo pero nada de ello había en aquella primera Navidad que debemos continuar prolongando.
Es Dios hecho niño recién nacido en medio de las necesidades propias de aquel tiempo y de una cercanía que era imposible imaginar en Dios.