Por Leonardo Vinci
Aunque parezca irracional, hay quienes aún hoy justifican los asesinatos de los tupamaros un 14 de abril, cuando el MLN dijo actuar contra integrantes de un escuadrón de la muerte y con esa excusa, ametrallaron a sangre fría a cuatro personas.
A las siete de la mañana, sin mediar palabra, mataron al sub comisario Oscar Delega y al agente Juan Carlos Leites, que viajaban en un automóvil a la altura de Rivera y Soca. En el vehículo quedaron cincuenta balazos.
Más tarde, otros subversivos acribillaron al capitán de corbeta Ernesto Moto en la ciudad de Las Piedras.
A media mañana Armando Acosta y Lara, ex ministro del Interior y ex interventor de Enseñanza Secundaria salía de su casa en el centro de Montevideo. Dos francotiradores le dispararon desde la ventana del primer piso de la Iglesia Evangélica Metodista que está frente a la residencia. Hirieron también a su esposa y a un custodio.
Uno de sus asesinos, Samuel Blixen señaló en el programa «De igual a igual» que participó en la ejecución de Acosta y Lara, y afirmó que por eso «yo estuve preso 13 años». «Desde el punto de vista político, hoy no me arrepiento», porque «hay que considerarlo en la situación en que se estaba, es decir, nosotros hicimos esa acción porque habían aparecido los Escuadrones de la Muerte».
Ese día, a las siete y media de la tarde se reunió la Asamblea General para tratar la solicitud del Poder Ejecutivo de declarar el Estado de Guerra Interno. La sesión empezó a las siete de la tarde y terminó varias horas más tarde aprobando el pedido del gobierno. No lo votaron los legisladores del Frente Amplio.
En pocos meses, las fuerzas conjuntas aniquilaron el aparato militar tupamaro.
Terminaba un convulsionado período de la historia nacional, pero se iniciaba otro en manos de un gobierno dictatorial.
Lo cierto es que los «revolucionarios» del MLN desoyeron los consejos del Che Guevara dichos en la Universidad en agosto de 1961: ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es, precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre sin fin, ni siga la explotación del hombre por el hombre, ya que no en todos los casos sucederá lo mismo, sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último…»
Según «Mate amargo», Fernández Huidobro escribió sobre estos hechos: «Yo me arrepiento de no haber planteado, cuando vuelvo a la dirección del MLN el 16 de marzo del 72′ y esta operación del 14 de abril ya estaba en marcha, que no había que hacerla porque era un garrafal error. Soy responsable por omisión, pero soy responsable.»
La insanía tupamara terminó haciendo realidad las proféticas palabras de Carlos Pellegrini en la Cámara de Diputados del vecino país en 1906: «El Ejército es un león que hay que tener enjaulado para soltarlo el día de la batalla. Y esa jaula, es la disciplina, y sus barrotes son las ordenanzas y los tribunales militares, y sus fieles guardianes son el honor y el deber. !Ay de una Nación que debilite esa jaula!, que desarticule esos barrotes, que haga retirar esos guardianes, pues ese día se habrá convertido esta institución, que es la garantía de las libertades del país y de la tranquilidad pública, en un verdadero peligro y una amenaza nacional.»
Lo cierto es que el león salió de su jaula y demoramos 10 años en volverlo poner en su lugar.