Dr. César Suárez
Colegio Médico del Uruguay Consejo Regional Norte
La medicina que es el arte de curar, pero no siempre cura, entonces pasa a ser el arte de estabilizar enfermedades, (presión arterial, diabetes, psoriasis, artrosis, infección VIH) y cuando no puede ni curar ni estabilizar, pasa a ser el arte de aliviar, y en todos los casos, debe ser el arte de acompañar.
La medicina progresa, genera sofisticados instrumentos para facilitar los diagnósticos y nuevas drogas de complejísima elaboración después de años de investigación que curan o frenan enfermedades que en ocasiones con costos imposibles de financiar a título individual y que, por suerte, muchas de ellas son financiadas por el Fondo Nacional de Recursos que logran aliviar enfermedades martirizantes.
Pero más allá de la disponibilidad de todos los recursos actuales, diagnósticos precisos, tratamientos farmacológicos adecuados a cada enfermedad tampoco alcanza para completar la satisfacción total de cada paciente, porque todo eso, con la tecnología actual lo podría hacer una máquina sin la participación de un médico titulado ni de un especialista.
Un médico es una persona y un paciente también lo es, ambos comparten la condición de seres sociales sujetos a las vicisitudes personales que ponen a cada uno en diferentes estados emocionales, y la consulta no es otra cosa que una relación donde un individuo se siente enfermo o simplemente se controla su salud y el otro, el médico, tiene necesariamente que escuchar, analizar, conducir el diálogo, ordenarlos y comprender cabalmente la totalidad de la situación del paciente que tiene enfrente, por lo tanto, no se trata sólo de indicar estudios, diagnosticar y medicar, es mucho más que eso, es percibir el estado emocional de ese paciente en el momento que lo tiene enfrente y la circunstancia personal, familiar, laboral, social y entender no sólo la realidad sintomática sino además explorar, cuáles su entorno, quien lo acompaña, quien lo ayuda, si le será posible cumplir con el tratamiento indicado, asegurarse que el paciente comprendió bien las indicaciones, percibir si será capaz de recordarlas y si no se está seguro, anotar claramente en una receta cada prescripción y asegurarse que pueda cumplir cada una, sin olvidos porque por más brillante que sea el diagnóstico y la indicación, si el paciente no la cumple tal cual, la calidad del resultado no se reflejará en la próxima consulta.
Todo esto se denomina empatía y la empatía incide en un alto porcentaje del resultado del tratamiento y no hay droga ni examen sofisticado que lo sustituya, la empatía suma todo lo que los medicamentos no pueden aportar porque los pacientes son personas cargadas de emociones.
La empatía es una herramienta natural que con diferentes niveles posee cada individuo que es imprescindible en el ejercicio de la medicina, y cuando no es suficiente, hay que trabajarla, entrenarla, debiera ser parte de la vocación para ejercer la medicina y debiera ser incluida en el programa de la carrera como una materia obligatoria para obtener el título.
Los pacientes necesitan, necesitamos, mucho más que un diagnóstico certero y drogas demostradamente eficientes, necesitan, necesitamos la empatía necesaria para sentirnos verdaderamente protegidos cada vez que nos sentimos enfermos o recurrimos a una consulta médica.
Columnistas