Por el Dr. César Suárez
Sin duda, la música es una caricia para los oídos y para todos los sentidos, es una caricia para el alma y suele estremecer las emociones dependiendo de la “educación” de cada oído y a lo que cada uno se acostumbre a escuchar en el curso de la vida, educando el oído y curiosamente, luego que uno aprecia una melodía la puede seguir escuchando repetidamente haciendo adicto a un tipo de música en particular o todo tipo de música.
Pero las melodías, suelen acompañarse por una letra que intenta trasmitir un mensaje adaptado al tono de las notas, algunas tienen profundas reflexiones y otras, en otros extremos no dicen nada coherente pero que no dejan de ser música y otras que son sólo instrumentales.
Yo desde niño me acostumbré a oír tangos que sonaban en la radio que escuchaba mi padre y me fui haciendo el oído a su música, aunque no ponían demasiado atención al contenido de la letra, pero después de grande comencé a analizar el padecimiento que relataban los autores que en muchos casos eran auto referenciales y otros relataban padecimientos ajenos como si fueran propios.
He escuchado incontables veces el tango “Adiós Muchachos” y estado poniendo más atención en su contenido y comencé a investigar acerca de autores e intérpretes y como cualquier otra historia tiene sus vericuetos.
De acuerdo a lo que dice la letra, se trata de un individuo que está gravemente enfermo y se está despidiendo de sus amigos de la vida.
“Adiós, muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos, me toca a mi hoy emprender la retirada debo alejarme de mi buena muchachada.
Adiós, muchachos, ya me voy y me resigno, contra el destino nadie la talla, se terminaron para mí todas las farras mi cuerpo enfermo no resiste más.
Después, como muchos tangos hace referencia a sus recuerdos, la “viejecita que está en el cielo” y la noviecita “que el Señor celoso de sus encantos, hundiéndome en el llanto se la llevó”.
Y la resignación ante el destino inexorable cuando expresa “es Dios el juez supremo, no hay quien se le resista, ya estoy acostumbrado a su ley a respetar”
Y así continúa el tango con amargas reflexiones hasta el final.
Según lo que cuenta los relatos de la época este tango fue escrito hace casi cien años por César Vedani, en 1927 en una de las mesas del café “Las Orquídeas” en el barrio Las Flores de la ciudad de Buenos Aires y quien lo acompañaba, Julio César Sanders, músico le puso sus primeros acordes en una pianola que había en el lugar y donde solía tocar.
Este tango se fue haciendo famoso con el tiempo teniendo una difusión mundial.
En agosto del mismo año fue grabado por Agustín Magaldi pero tuvo una gran trascendencia cuando Carlos Gardel, en junio de 1928 lo grabó en París.
Después ha tenido innumerables versiones en varios idiomas.
Lo curioso es que cuando uno analiza la letra de ese tango lo primero que piensa es que lo había escrito un hombre decrépito y envejecido, pero no, Vadani, sólo tenía 20 años, había nacido en agosto de 1906 y no su murió hasta 1974, casi 50 años después de escribir este tango, y el músico, Julio César Sanders, tenía 30 años, había nacido 1897 y tampoco estaba a punto de morir como dice la letra, terminó falleciendo en 1942, 15 años después.
Obviamente que no era un tango auto referencial, pero en esa época, las historias tenían que ser tristes, a nadie se le ocurría hacer un tango sobre la felicidad jajá, jajá, había que esperar varias décadas para que llegara Palito Ortega y le cambiarle el encare a la música y las letras pero el tango siguió impertérrito hasta nuestros días y por lo que parece, así seguirá sin nada que lo desbanque.
Columnistas