En 1989 se consiguió el último título internacional de un club del fútbol uruguayo. El «no le ganamos a nadie» se convirtió en una frase de cabecera en cada edición de un torneo continental y las diferencias parecen ser cada vez más grandes.
En Montevideo se siguen preguntando por qué, pero cuando tienen la posibilidad de ensanchar la cancha, lo primero que hacen es cuidar su propio terrenito. La gran mayoría de los partidos de primera división no llega a 500 entradas, el nivel es chato, el ambiente desolador. ¿Y se preguntan por qué no le ganamos a nadie?
Hay más de treinta clubes en una sola ciudad y todos tienen miedo a perder el lugar. Pretendían tener más competencia, como sucede en Argentina y Brasil, con torneos como el que se instauró hace tres ediciones contando la actual, pero resulta que desde el inicio quieren voltear a la Copa Uruguay. La excusa ahora es que Ignacio Alonso les impone el calendario y el reglamento; la realidad? No la quieren jugar.
Los pro Tenfield aprovechan para «matar dos pájaros»: Alonso y la Copa Uruguay por otro. Lo real es la falta de respeto y consideración hacia los clubes del interior que vienen jugando varias etapas previas. No sorprende, porque viene desde los perdedores, de los que no le ganan a nadie desde hace 35 años.
Síganle echando la culpa a un jugador, a un técnico, a los «bielsistas» como intentan imponer periodistas ahora, cuando en realidad tienen fines políticos. Sí, señores, es a todo nivel. En la capital los medios no pueden hablar de todo, en ningún ámbito, son «puro centro» y a cuidar la chacrita.
Décadas sin ganar nada, pura excusa. Mientras el interior, la enorme cantera, sigue viendo desde lejos los fracasos. Freddy Aguirrezábal