jueves 21 de noviembre, 2024
  • 8 am

Sin explicación

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Realmente no puedo explicar la razón por la cual me puedo sentir tan a gusto en medio de esas personas que, indudablemente, me resultan tan especiales.
En oportunidades mi estar con ellos se limita a escuchar su charla. Hay veces que su estado les impide mantener una conversación medianamente coherente. Hay veces que se limitan a relatar sus cuitas y otras en las que se puede prolongar un verdadero intercambio.
Sea cual sea la situación, no puedo negarlo, disfruto esos momentos que puedo compartir con alguno de ellos o con varios de ellos. Disfruto y por largo rato quedo recordando lo conversado o alguna frase que me llama mucho la atención.
Hace poco, una persona, me preguntaba el por qué estaba a gusto entre ellos y no tenía explicación para justificar una realidad. Lo cierto es que estoy a gusto entre ellos.
No hace mucho, uno de ellos me dijo: “Me dijo (me decía un nombre) que usted es cura, pero, también, es “colega” nuestro” y ello me sonó como un inmenso halago. Días atrás, esa persona, le decía a una señora, con quien conversaba, “Él es el padre nuestro” y se persignaba. Tal cosa me causaba gracia, pero, a su vez, me hacía sentir a gusto.
Verdaderamente no logro explicar qué es lo que me agrada de ese compartir momentos con ellos. Es una exigencia que es poderosa. Un domingo atrás pasé por una esquina y, uno de ellos, estaba sentado en la vereda. Sentí la necesidad de dar vuelta la manzana, bajar del auto y sentarme junto a él, en la vereda, para conversar un rato.
Siento que gano tiempo y que conversar con ellos me hace mucho bien. No me interesa preguntarme si a ellos, el que le escuche, le sirve de algo, pero no puedo dejar de experimentar que ellos me ayudan con sus conversaciones y cuentos.
Escucharlos, es todo un empeño de parte mía, ya que, hay veces, sus relatos, van y vienen en torno a personas o lugares que me resultan desconocidos y ello hace que seguir sus relatos sea muy difícil.
Escucharlos, en oportunidades, resulta muy difícil ya que, debido al alcohol ingerido, su boca apenas se abre para decir y ser entendidos.
Quizás, para muchos, ello sea una verdadera pérdida de tiempo. No pretendo hacerles cambiar su estilo de vida o sacarlos de su situación de calle, pero lo hago porque me importany, entiendo, debo hacerles saber de ello con mi postura ante ellos.
Con el paso del tiempo he ido conociendo sus nombres y algunas realidades de su vida que ellos me han ido narrando. Mientras me ayudaba a llevar una bolsa me iba relatando las diversas entradas a la cárcel que ha sufrido “para que usted no crea que soy bueno. Yo, también, tengo mis metidas de pata”
No faltan las veces en que sus olores son por demás fuertes y penetrantes. Ello ha dejado de incomodarme y, entiendo, es parte de su situación y debo aceptar tal cosa como debo aceptar el que, en oportunidades, predomine el olor a alcohol y su voz lo delate.
Cada vez que les veo una voz resuena en mi interior y me impulsa a acercarme a ellos Es una voz que me dice: “Tuve hambre y…” “Tuve sed y…” “Estaba sucio y…” “Quería ser escuchado y…” “Me sabía despreciado y…”. Con el paso del tiempo he ido aprendiendo a ver, en ellos, a Jesús y tengo mucho para aprender.
Pero, si usted me lo pregunta, debo confesarle que no logro encontrar una debida explicación que sea la razón por la que me siento, desde hace ya mucho tiempo, atraído por esos personajes que son mucho más que realidades de la calle y su entorno. Si, la verdad es que no tengo una explicación que justifique una manera de actuar que me hace mucho bien.