Dr. Pablo D. Vela
Hace algunas décadas, sobre todo en la capital del país, en la principal avenida de Montevideo estaban las mesitas o manteles donde se jugaba a “¿Dónde está la bolita?”, también llamado la bolita, bola bola, mosqueta, trile o “Pepito paga doble”; normalmente asociado a la estafa, que es tradicional en calles concurridas, ferias y mercados en otros países. Existen dos modalidades, la primera se juega con tres cartas, y la segunda con tres vasos y una bolita. En ambos casos, el objetivo del juego es que la víctima o jugador adivine donde está una carta predeterminada, o debajo de que vaso se encuentra la bolita, que son manejadas por el estafador, también conocido como «trilero». Este baraja delante del jugador las cartas o mueve los vasos, y el jugador apuesta dinero a la posición en la que cree que se encuentra la carta o bolita. Normalmente el trilero es ayudado por otros compinches que actúan de ganchos que convencen a la víctima de la facilidad para acertar y por ende ganar dinero. Una de las formas de convencer a las víctimas es apostando a la elección ganadora, y el estafador paga al apostador ganador que es su cómplice. Además este juego incluye el engaño mediante juegos de manos, para evitar que el jugador acierte con la posición correcta. En el caso de la bolita, el truco del estafador consiste, mediante una elaborada habilidad de prestidigitación y ligereza, en esconder la bolita en alguna de sus manos para evitar que la víctima la localice, este truco no lo hará cuando el estafador desee que el jugador acierte. Hoy en día este juego o modalidades están castigados por el Código Penal.
Desde hace al menos dos años venimos escribiendo sobre la posibilidad de que nos engañen si no somos previsores y atentos a la hora de pensar que papeleta apoyaremos en cada acto eleccionario, en éste caso el próximo 27 de octubre. Si no leemos con atención no solo los primeros candidatos si no quienes les siguen.
Porque tal como en el juego de la mosqueta, hay personajes que son escondidos, tapados porque no pueden mostrarse, por resistidas, por rechazadas, por mentirosos, pero si movemos un poco la papeleta aparecen y podemos salvarnos del engaño.
Y no es ir en detrimento de otra persona que esté en esa misma lista, sino que no todo es válido en política y menos ser cómplice de engañar al quien recién arranca a votar, al adulto mayor, a quien poco le interesa y confía en quien le entrega la lista.
La cosas como son: quienes votamos en junio pasado, en las elecciones internas por un cambio dentro del Partido Colorado no podemos dar un paso atrás y permitir que se engañe a la gente.
Por ejemplo, en nuestro caso, la 9007 lleva a Ojeda presidente, Zubía Senador, quien escribe candidato a diputado y ya adelanta su apoyo y esfuerzo a Marcelo Malaquina para mayo de 2025.
La lista 10 por su parte comparte el candidato a presidente, Bordaberry aspira el Senado junto a Germán Coutinho y es Mariano Casola su candidato a la diputación, aún sin pronunciarse para lo que será mayo, contradiciéndose de aquellas vociferaciones de que “más colorados que ellos no había nadie” pero parece que en mayo el olorcito a dorado de la Represa de Salto Grande los atrae.
Lo cierto y puntual, y no se deje engañar estimado lector, es que con la lista 10 le estará dando el voto que no le dio en junio a Coutinho, una lástima por el resto de los correligionarios o por parte de ellos pero es así, aunque quieran ocultarlo, como una pelotita y mover el vaso, como en el juego de la mosqueta, para que usted no lo vea, está ahí, escondido, no arriesgue porque va a perder, como ya perdió en junio.
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