sábado 21 de diciembre, 2024
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Un gran balde de m…

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Blardoni

Por Gustavo Varela
Cuando comenzó la dictadura en el Uruguay, contaba éste escriba con 11 años de edad, y ya hacía 10 años que la guerrilla en el Uruguay había hecho irrupción, desde el suceso del asalto al Tiro Suizo en el año de 1963.
Obviamente, si está sacando cuentas, se la hago fácil, cuento en la actualidad con 62 años de edad.
Desde el comienzo de la dictadura han pasado más de 50 años, desde que dos bandos, uno militar y otro terrorista, hicieron padecer a nuestro país la noche más trágica de violencia y terror.
Destrozaron las ilusiones, y el desarrollo de varias generaciones de orientales, que vieron frustrada su suerte, porque dos concepciones mesiánicas, juguetearon con el poder, y no supieron resolver cómo terminarlo.
Los militares triunfaron en las batallas, y sembraron de terror su tiempo, posteriormente, los tupamaros lograron hacerse del relato, y le pasaron facturas a los primeros.
Hoy, la ex guerrillera y Senadora Topolansky, señora del ex guerrillero y Presidente Uruguayo Mujica, nos cuenta que muchos militares, fueron condenados por testimonios mentirosos de muchos de sus compañeros (¿o ex?) que sedientos de venganza, lo hicieron adrede por el solo hecho de construir una memoria falaz en ciertos sucesos, y crear un romántico relato de sus andanzas.
Todo el Uruguay lo desconfiaba.
Era un secreto a voces que las fiscalías estarían acusando sin pruebas reales.
“Creo que tenía ojos celestes” decían, y el que tenía ojos celestes en el año de mil novecientos setenta y pico y andaba dentro de un cuartel vestido de militar, caía preso.
En 1986, el Uruguay, y por la actitud valiente de Wilson Ferreira Aldunate, votó una Ley de Caducidad, que tenía la intención, no de olvidar el pasado, pero sí de pensar en el futuro de generaciones de Uruguayos, que él creía, que tenían que desprenderse de esos dos demonios que atrapaban al país en un pasado ominoso.
Esa Ley, aunque no nos gustó, en nuestros jóvenes e impulsivos años, le reconocemos en la actualidad con nuestros racionales y reflexivos años, haber sido muy acertada, aunque lamentablemente terminó siendo manoseada al extremo, y en el 2011, el FA le da un entierro de lujo.
A pesar de saber quiénes fueron algunos de los que mintieron en la justicia, Lucía Topolansky nos dice que ellos no los van a delatar porqué no son “botones”, a lo que le agrega el otrora Presidente Mujica “ahora no podemos hacer nada”.
Peor la enmienda que el soneto.
Para que no se les caiga el relato, y quizás las compensaciones económicas a los compañeros, la dejan picando y se van a descansar.
Nuestra generación y las posteriores, sin tener nada que ver, han padecido desde la niñez, de esos fantasmas mefistofélicos, que ha creado una grieta, que quizás no es tan pronunciada como la de nuestros vecinos barriales, pero que sin duda alguna no le ha permitido generar un clima beneficioso, superador de un pasado violento y sangriento.
En lo social, en lo político, en lo económico, en lo educativo, en todos los ámbitos esos fantasmas trancan todo.
Nosotros no negamos los fantasmas dictatoriales ni los defendemos, pero tampoco queremos defender los fantasmas guerrilleros.
Da la impresión que es un problema interno de la fuerza política Frente Amplio, que pone en el medio a todo el país.
Hoy viernes estoy leyendo en una red social una frase que escribió el disidente ruso y premio Nóbel de Literatura, Aleksandr Solzhenitsyn , sobre las mentiras de los regímenes comunistas; “Mentira y poder van de la mano. Ellos mienten. Nosotros sabemos que mienten. Ellos saben que nosotros sabemos que nos mienten. Y ellos nos siguen mintiendo”.
No es justo que generaciones que no participamos de la locura de los 60 y 70´, sigamos encerrados en esa perversa jaula, que no nos permite superarnos.