jueves 21 de noviembre, 2024
  • 8 am

Me gustó la idea

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Minervine

 
La liturgia era la de la fiesta de presentación de Jesús al templo.
La Palabra de Dios hablaba de Simeón y de Ana.
Dos ancianos que frecuentaban el templo y reconocen al futuro salvador en aquel niño que irrumpe en brazos de su madre.
La fiesta judía decía de la presentación del niño al templo y de la purificación de su madre.
Al parir se había ensuciado con sangre y debía ser purificada.
Es un día en que se bendicen las candelas y los niños.
El sacerdote en su homilía, entre muchas otras cosas, habló del encuentro de aquellas dos personas mayores con Jesús.
Sugirió que debería acentuarse más esa realidad de la fiesta del día.
Me gustó la idea.
La mayoría de los integrantes de nuestras comunidades son personas mayores.
A lo largo de todo el año litúrgico nunca hay un momento privilegiado para ellos.
En muchos casos son quienes dan vida a nuestras comunidades.
Son quienes, generalmente, tienen tiempo para dedicarse a las cuestiones del templo.
Con gran amor se dedican al aseo, arreglo y mantenimiento de las cosas que se utilizan en las diversas celebraciones.
Son quienes asisten a la inmensa mayoría de nuestras celebraciones.
Son quienes siempre están dispuestos a reunirse para un grupo de oración.
Por lejos son el sector más numeroso de nuestras comunidades.
Reconocer tal cosa no debe ser razón de ningún tipo de vergüenza sino constatación de una realidad inocultable.
La liturgia del año nunca tiene una celebración para ellos.
Los sacramentos cierran el círculo de la vida.
No sucede así con la liturgia.
Estaría bueno poder cerrar la vida en una celebración.
Porque se lo merecen.
Quizás uno discrepe con una postura religiosa tan simple.
Quizás uno gustaría con una religión más dispuesta a los cuestionamientos, las búsquedas y las preguntas.
Pero se han hecho a una religión de algunas prácticas.
De una necesidad de oraciones hechas de fórmulas.
Pero, también, de presencias incondicionales.
Son quienes soportan las originalidades de los curas de turno.
Son los que conservan las tradiciones y costumbres del lugar.
Suelen apelar a esa frase que mucho choca: “Nunca se hizo”.
Con sus anécdotas y la repetición de historias conservan viva una memoria que no debe perderse nunca y que se debe conocer ya que ninguna historia comienza cuando uno llega a un lugar.
Son quienes suelen recordar con añoranza el pasado y buscan, con sus propuestas, volver a tiempos que ya han pasado.
No es que no reconozcan que la realidad ha cambiado sino que pretenden hacer saber la necesidad de propuestas nuevas por más que lo suyo se limite a: “Antes hacíamos…..”
Muchas son las veces que nuestros sermones los ignoran.
Pedimos más compromiso, más acción, más entrega.
Nuestro auditorio son esas personas, en su mayoría, que han gastado su vida brindando sus mejores empeños a la causa de la Iglesia.
Son esas personas que, por edad, ya no están para las grandes actividades o los importantes despliegues físicos sino para hacer de importante reserva moral para las generaciones nuevas.
Generaciones nuevas que siempre son pocas en número y dedicación.
Por ello me pareció buena la idea de aprovechar tal celebración para dedicar una liturgia a esos muchos ancianos que han hecho de su vida un reconocer a Jesús y hacerlo estilo vital.