Sin fútbol en ninguna categoría, sin selecciones en disputa y sin un futuro claro al respecto, los clubes se quedan sin generar los ingresos habituales, mientras tienen que afrontar, sí, gastos que no pueden esquivar.
Es un año muy especial para la economía de las instituciones y saben sus dirigentes que es el inicio de una recesión que posiblemente se extienda muchos meses.
Sin embargo, para nuestro fútbol y su Liga Salteña no tiene un alto impacto, al menos en este primer año. Sus ingresos son básicamente a partir de periodos de inscripciones y pases y luego al final con la liguilla.
Los pases ya se realizaron, las inscripciones estaban en curso cuando hubo que paralizar todas las gestiones, por lo tanto todavía queda la mitad del camino por recorrer.
Más allá de que la Liga se quede sin ingresos, mientras no haya actividad no hay gran pérdida. La sede cerró, los empleados pasaron a seguro de paro y los gastos fijos de Ute, Ose y Antel en este momento son los mínimos. En el caso de los clubes, además, los socios siguen pagando y las instalaciones no se pueden utilizar.
Se podría pensar que dentro de un panorama generalizado de pérdidas, el fútbol estaría dentro de los mismos marcos. Pero no es tan así si tenemos en cuenta que los campeonatos Salteños durante sus temporadas regulares, últimamente estaban generando números en déficits. La baja venta de entradas ha hecho que la inactividad, en números económicos, no sea alarmante sino todo lo contrario.
En estos momentos de parate deportivo las instituciones no son las más afectadas. La realidad podría ser muy diferente entre los clubes, pero el fútbol amateur no se encuentra entre los ámbitos más damnificados de la sociedad.
A eso apuntan algunos clubes cuando a comienzos de año proponen achicar la competencia, o sea el calendario. La ecuación es clara: jugar menos = gastar menos. Pero eso implica dejar de competir y mejorar. Es un tema que necesita de establecer prioridades. Este año les puede servir de claro ejemplo.