Por el Padre Matín Ponce De León
Todos tienen su argot.
Sin duda es esperable que un joven, en el proceso de una conversación, utilice más de una expresión propia de su condición.
Con frecuencia hemos escuchado a los médicos, cuando así lo desean, utilizar términos que resultan difíciles de comprender.
Creo que toda mi capacidad se limita a comprender lo que quiere significar “un proceso viral”.
Los mecánicos también suelen utilizar términos relacionados con la medicina. “Sucede que el alternador se engripó y ello…….”
Y cuando se les solicita alguna aclaración de los términos utilizados se recibe una explicación tan extensa que uno se arrepiente de haber preguntado ya que, luego de la misma, continúa sin entender mucho.
También los curas tenemos nuestro lenguaje propio.
Con frecuencia utilizamos palabras que suponemos son comprensibles para todos.
Los futbolistas utilizan expresiones que dicen de jugadas o de estilos.
“Pinchó la pelota” “Le pegó con tres dedos”.
Es lógico que quienes están en “el ambiente” comprendan, sin necesidad de aclaraciones, tales manifestaciones que son comunes y normales para ellos.
Pero, también, es lógico que no todos tengan el deber de comprender el argot de los demás.
No debería suceder así con el idioma español que es el que utilizamos para relacionarnos verbalmente.
Mientras escribo esto me viene a la memoria aquella oportunidad en la que retaba a unos chicos y luego de decirles sobre el que ya había manifestado tal cosa les pregunté “¿Acaso ustedes no entienden español?”. Uno de ellos, muy serio, me manifestó que no porque hablaba en “uruguayo”.
Sin duda que dentro del país hay expresiones muy propias, “localismos”, de las diversas zonas.
Los chicos de Colonia para decir que alguien iba muy rápido decían “iba a ochenta y capota baja”.
En Salto hay chalanas y pandorgas.
Pero hay palabras que no tienen localismo.
Hay términos que son propios del idioma.
Es difícil suponer que alguien que no entienda una palabra utilizada acuda al diccionario sino que uno debe suponer que se quedará sin entenderla y, con ello, todo lo que hace al término utilizado.
¿Qué es lo que hay que hacer?
¿Continuar empobreciendo el lenguaje que se utiliza?
¿Utilizar términos con la ilusión de que sean utilizados?
Uno supone que para enriquecer el vocabulario es necesario leer. Pero cada vez se lee menos y se tiene menor comprensión lectora.
La televisión es “la gran mamadera cultural” y allí (perdón, pero lo entiendo así) no hay mucha posibilidad de enriquecer el lenguaje.
Hablo del lenguaje y no de la escritura del mismo ya que ello merece más de un renglón especial.
El lenguaje hablado es cada vez más pobre.
¿Qué quedaría del diccionario si quitásemos todas las palabras que no se utilizan?
Sin duda sería un librito mucho más sencillo de llevar.
Poco a poco vamos limitando nuestra forma de decir las cosas a unas muy pocas palabras muchas de las cuales, en oportunidades, mal utilizamos.
Para colmo ahora está en auge la utilización de los mensajes de texto, celular mediante.
Dentro de poco, de seguir así, nos limitaremos a manifestaciones guturales.
“Má” es “mamá”
“Pá” es “papá”
“Xq” es “¿porqué?”
“Mae” es “maestra”
“F d art” ¿será “fin del artículo”?
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