Almorzando
Por el Padre Martín Ponce De León
Debido al abundante calor, hoy no había posibilidad de un guiso. Del consabido guiso. «Hoy vamos a hacer salpicón de pollo»
«¿Se le puede poner alverjas y maíz?»
«Sí, así tiene un poco más de color»
Llegada la hora el salpicón estaba pronto y servido con abundancia en cada plato.
Supuse, mirando aquellos platos desbordantes, que era imposible hubiesen de repetir pero, como siempre, me equivoqué.
Cuando una comida les resulta satisfactoria no dudan en comer en abundancia y hoy no fue distinto.
Para quien no le gusta el pollo, cosa que ya sabíamos, era un plato abundante de arroz con todos los ingredientes menos pollo.
Para quien no come maíz porque «tiene demasiadas proteínas y hace mucho calor» había un plato sin granos de maíz.
Para quien no gusta de «los porotitos verdes» no había plato especial pero, hoy, comió todo y sin apartar nada.
La gran mayoría repitió y dudo que el segundo plato tuviese menos que el primero.
Entre cuentos y bromas la comida desaparece de cada plato como por arte de magia.
Se come en abundancia pero, también, se conversa en abundancia.
Hay temas que son recurrentes y hay personas que son punto de referencia de muchas de las conversaciones.
Entre ellos se destaca uno que, con sus cuentos, siempre se vuelve motivador de bromas hacia sus comentarios.
En oportunidades llega a darse cuenta le están tomando el pelo y reacciona y tal cosa no hace más que despertar más bromas en su contra. Cuando la voz se le transforma, se sabe, hay que cambiar de tema evitando se enoje.
Uno de nuestros comensales muy pocas veces participa de las conversaciones. Se limita a comer y luego dormita a la espera de que los demás terminen de comer. Espera el postre casi entre sueños para, luego, echarse un sueñito hasta que todos se retiran. Sucede que suele tomar pastillas que le producen sueño. En oportunidades, donde ha tomado más pastillas de las que debe, se duerme mientras está comiendo.
Él es el único que no se suma a la conversación de los demás. Siempre queda al margen.
Para el resto las conversaciones son parte de los almuerzos.
Cuando, al comienzo del almuerzo, casi nadie habla, no falta quien diga algo sobre el silencio reinante. La respuesta a tal comentario siempre suele ser: «Hay hambre» pero hoy fue: «Hay hambre y está buena la comida»
Hoy surgió un tema no frecuente debido a que uno de los comensales manifestó que su sobrina recibió (aquí en Mercedes) la vacuna contra el Covid (¿¿¿¿¿?????) y por tal motivo debía estar en cuarentena. Eso motivó muchísimos comentarios sobre la enfermedad y su presencia en la ciudad. Fue un tema que no solemos conversar pero el acontecimiento relatado ameritaba tratar el tema y fue lo que sucedió.
Sin duda que el momento del almuerzo no se reduce a ello sino que posee su previa y su instancia posterior.
El almuerzo de la «mesa compartida» es uno de los momentos fuertes de la semana y, debo reconocerlo, intento disfrutarlo lo más posible.
Está muy lejos de ser, simplemente, un plato de comida puesto que son trozos de vida que se comparten en una alegre y conversada celebración.
Es poder aprender desde historias de vida mucho más complejas que la de uno.
Es poder aprender a mirar lo esencial valorando y disfrutando cada momento y lo que el mismo obsequia como oportunidad.
Es poder esbozar un prolongado gracias por la oportunidad de tener una instancia de vida tan intenso como el almuerzo compartido.
Sin duda que ese clima de cercanía que se vive es producto del trabajo silencioso de todos aquellos que desde hace varios años nos han acompañado en esta tarea y hoy uno puede disfrutar sus frutos en los almuerzos.