Por Juan Carlos Ambrosoni
Días atrás la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo arrojo en su cuenta de la red social Twitter, una misiva tan mal intencionada como carente de razón. Parte del tuit reza: “La INDDHH adhiere a la conmemoración del genocidio de Salsipuedes el 11/4 de 1831”. El mensaje hace referencia a la jornada en que el Gobierno uruguayo, presidido por Fructuoso Rivera, monta un plan para culminar con los violentos actos de los Charrúas que vivían a su incivilizada manera en la flamante nación.
El remitente es claro, quiere contribuir a tergiversar la historia e implícitamente carga ante la inmensurable figura del presidente. En mi condición de uruguayo me veo llamado a argumentar y luchar contra el falso relato que se pretende imponer, de por qué este episodio tan controversial del Uruguay no fue un exterminio.
Un 11 de abril de 1831 el ejército Riverista accionó frente alrededor de unos 300 o 400 indios, dejando entre 20 y 40 decesos. ¿Fue genocidio?
Desde el hecho hasta hoy día, paulatinamente ha tomado fuerza el relato que se ha de fundamentar el suceso como un genocidio. Lo cual es totalmente ilógico si uno lo razona coherentemente, ya que no se buscaba terminar con el saldo de charrúas que quedaba por el fundamento de que fuesen indios, el motivo era culminar con sus feroces actos propios de su etnia, que atemorizaban a todos los sectores de la sociedad. Estamos hablando de este tipo de acciones: asalto de estancias, robo de cabezas de ganado, atentados contra la propiedad, violaciones o rapto de mujeres.
La batalla con los mencionados data de principios de 1700, donde jesuitas los atacaron dejando un saldo de aproximadamente 500 muertos, o décadas más tarde cuando el gobernador de Buenos Aires levanta una fuerte persecución en su contra. Venidos a menos cuantitativamente por reiterados acciones en su oposición se encontraban, por lo que es de afirmar que en tal ocasión, el mal llamado “genocidio” provendría desde la época de la colonia si se quiere, siendo en todo caso este el fin de un extendido proceso, en el que el factor común en medio de quienes los arremetían es el mismo: su estilo de vida atentaba al resto.
¿Alguien alguna vez se escuchó que José Joaquín De Viana fue un genocida? El gobernante de Montevideo mató inmensas cantidades de indios y jamás se le ha adjudicado tal distintivo. Salsipuedes sería un episodio diminuto en una larga lucha versus un sobrante que no se acoplaban a la criolla manera de vivir. Además, han intentado adjudicarle a Rivera un acto de racismo, otro error, teniendo en cuenta que poseía popularidad entre los mismos y que principalmente, su ejército estaba compuesto en su mayoría por indígenas guaraníes.
Como le tocó al primer presidente le pudo suceder al segundo, lo sostienen varios historiadores.
Don Fructuoso Rivera fue un oriental liso y llano. La soberanía que hoy gozamos en parte se la debemos a su heroísmo. Por su honor y por respeto a la historia, tenemos el deber de dar batalla cultural al malintencionado relato que se quiere imponer.
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