Por Juan Carlos Ambrosoni
Estamos transitando el mes Nº 14 de la pandemia y la emergencia sanitaria, en un largo e incalculable proceso que inició el 13 de marzo de 2020, donde casi inexorablemente nos encontramos desbordados del miedo y la paranoia. Observábamos con una cuota de angustia por aquellos días en los noticieros, redes sociales o diarios como en países por ejemplo, España, Inglaterra e Italia la gente fallecía, los sistemas de salud no daban abasto y colapsaban, la economía se hacía añicos y se perdían puestos de trabajo. El temor era generalizado a nivel mundial y nos preguntábamos ¿Cuándo nos tocará a nosotros? Esa incertidumbre se coló en el imaginario colectivo. La comunidad adoptó medidas para reducir la movilidad los primeros meses y así evitar la expansión de un, por aquel momento, desconocido y amenazante virus. A pesar de todo, en esta primera etapa podríamos asegurar que salimos airosos si nos comparamos con el contexto internacional, lamentamos unos poquitos decesos de compatriotas y el número de casos fue bajo, aunque teníamos en claro que no podíamos darnos el lujo de subestimarlo.
Dio paso a una segunda fase, que se fronteriza en mayo, le manteníamos mucho recelo al Covid-19, aunque no era la nueva coyuntura la de la primera etapa. Abrieron paulatinamente las escuelas, liceos, shoppings, centros termales, bares y un pronlogado etcétera de actividades, todos con rígidos protocolos, pero lo hicieron. La gente comenzó a salir sin tanto temor de sus hogares, la vida se fue “normalizando”, las noticias de eventuales vacunas eran frecuentes en los medios. ¡Llegamos en junio a tener solamente 11 casos activos! El Uruguay iba ganando una batalla contra un rival desconocido que daba pelea, y que posteriormente, se hizo más fuerte. Así transcurrieron estos meses hacia noviembre y diciembre donde nuestro oponente, el cual hay que admitir que por un momento le bajamos la guardia, volvió a fortalecerse y se expandió progresivamente a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. Ya a fin de año el panorama no era tan agradable, los contagios fueron ascendiendo jornada tras jornada hasta el presente.
Hoy, el peor momento pero la mayor esperanza: con la mirada y experiencia del pasado podemos asegurar qué estamos transitando la etapa de principal caos, centenares de dolorosas muertes en lo que va de estos últimos meses son el infortunado reflejo de ello. El sistema de salud y su cuerpo que dan incansable lucha por el Uruguay en uno de los actos más heroicos de nuestra historia contemporánea. Entre tanta oscuridad y dolor asoma no un horizonte de esperanzas con lo que fue la llegada de las vacunas al país. Vemos como pasamos la cifra de un millón de ciudadanos que se han inoculado para comenzar a derrotar a este duro y letal rival y otros tantos cientos de miles esperan su pronta oportunidad para inyectarse.
Las vacunas que fueron dadas y las que vendrán están en una recia etapa transformando lo que hace un año era miedo, paranoia e incertidumbre en ilusión y salud. Falta un último esfuerzo, el país nos precisa y nosotros de él, queda cada vez menos para poder disfrutar de la familia y amigos. Mientras tanto, en lo poco que resta, a seguir cuidándonos y vacunándonos.
¡Va a escampar!
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