viernes 29 de marzo, 2024
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Alegrías, fracasos y resignaciones

César Suárez
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César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
La felicidad es un concepto vinculado a la escala de valores que cada uno tenga y que se construye en la medida que uno concreta objetivos deseados y que no tienen que ver necesariamente con la disposición de muchos o pocos recursos materiales sino con una sensación vivencial de cada momento, tal como lo decía el gran filósofo Séneca en relación a la posesión de bienes, “no es pobre el que poco tiene sino el que demasiado desea”.
La suerte individual o colectiva, es demasiado aleatoria y a pesar del esfuerzo que cada uno ponga, los resultados no siempre acompañan.
Los seres humanos habitualmente tenemos una gran capacidad de adaptación a las circunstancias y la mayoría, planificamos nuestras vidas en función de expectativas razonables y en la medida que obtenemos nuevos logros solemos ponernos la vara un poquito más alta cada vez con la intención de lograr nuevos objetivos, por más que ya hayamos superado las más optimistas expectativas planteadas de un tiempo atrás, solemos siempre, ir por más.
La condición de ser humano hace que difícilmente aceptemos un techo para nuestras aspiraciones porque una vez que logramos un determinado objetivo, habitualmente, vamos por más, como una suerte de desafío personal, en ocasiones por una ambición desmedida y en otras como una necesidad de vencer un desafío.
Esa actitud ha hecho que la humanidad haya ido generando logros que sumados han ido dejando huellas a través de la historia.
Pero cada éxito personal no sólo depende de la capacidad y del esfuerzo, sino dependen fundamentalmente de las circunstancias que nos rodean y de hechos aleatorios que favorezcan o perjudiquen nuestros objetivos y los triunfos y los fracasos son parte inevitable de una sucesión de acontecimientos que nos envuelven que no necesariamente dependen de la suma de la capacidad, del esfuerzo, de la inteligencia, porque la suerte forman parte de la formula y de acuerdo a la proporción de cada elemento, precipitará un resultado que raramente se corresponde con lo estrictamente esperado y casi invariablemente nos lleva a corregir sobre la marcha para ir acomodando el cuerpo y amortizar cada golpe.
De acuerdo a lo que cada uno ponga será la proporción del resultado donde habitualmente se asumen riesgos de dimensión variable confiando en la suerte que no siempre es favorable y no en pocas ocasiones, resulta adversa.
El transitar por la vida es una suerte de lotería, en ocasiones, a pesar que vamos sobre seguro con casi todos los números a favor, se nos da vuelta la suerte y en otras, no tan favorables, logramos ganar o sacar un empate contra todos los pronósticos para poder seguirla peleando y cuando nos toca perder, en ese instante, parece que todo se acaba, pero no, al igual que sucede con las heridas, con el tiempo, terminan por cicatrizar, en ocasiones dejan secuelas y hasta pueden desactivar ilusiones, pero podemos recomponernos y lograr encontrar otro rumbo.
La felicidad de cada uno, no puede estar sólo sostenida en un éxito continuado porque el fracaso es un componente inevitable del cualquier libreto y no siempre se logra todo lo que cada uno aspira y en ese caso, la valoración no debe poner énfasis en lo perdido sino en lo que aún nos queda y en ocasiones, la resignación en una opción para ponerle bálsamo al sufrimiento, es una forma de reconocer que lo que aún queda es suficiente para rearmar nuestra felicidad.
Como se suele decir, el tiempo todo lo cura, lo reacomoda, lo reorganiza y nuestros sentimientos no puede quedar eternamente colgados de una pérdida o de un fracaso, la resignación termina por ser un bálsamo que nos permite reorganizar nuestras ideas para poder disfrutar de lo queda, que habitualmente es bastante más que lo necesario para encaminar nuestros sentimientos hacia un nuevo estado de equilibrio emocional.