martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

Los límites de la naturaleza

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Si uno examina todos los diagnósticos de todas las enfermedades identificadas entre las comunes y las raras se encontraría con una lista casi interminable y que hace que incluso, médicos de muy larga experiencia se encuentren en forma frecuente con la información de una enfermedad de la que nunca habían oído antes.
El organismo humano es tan complejo que hay casi infinitas posibilidades que algo falle generando síntomas que no raramente suelen confundir a los médicos y complicar a equipos completos que le cuesta dilucidar el misterio y no es raro que haya que terminar por ponerle un nombre al cuadro clínico sin poder establecer la causa.
A pesar de los avances incesantes de la medicina, aún existen innumerables enfermedades incurables, debiéndonos conformar con recurrir a tratamientos sintomáticos o con drogas terapéuticas que frenan o enlentecen la evolución de la enfermedad pero que requieren un sostenimiento permanente de la prescripción para mantenerlas controladas
Muchas de esas enfermedades son muy conocidas por el cuerpo médico y por la gente en general por la padece en gran número tales como la hipertensión arterial, la diabetes, el reuma, la psoriasis, enfermedades metabólicas que implican al colesterol, triglicéridos, el asma, entre otras, enfermedades habituales en la consulta cotidiana.
Muchas enfermedades están vinculadas a infecciones causadas por microorganismos, muchos de los cuales resulta muy difíciles o imposible de desalojar del organismo infectado, muchas de carácter epidémicos o endémicos que han generado verdaderos estragos a la salud pública causando millones de muertes a pesar del esfuerzo de la medicina y de la ciencia en general en el intento por neutralizarlas y es habitual que cuando creíamos que teníamos la situación sanitaria controlada, una nueva situación epidémica sorprende a la humanidad, no está pasando ahora con el covid y nos pasó hace no tanto con el SIDA.
Cuando somos testigos directos de una nueva epidemia, parece una hecatombe interminable y nos preguntamos cada día cuándo terminará, sin embargo, si revisamos la historia de la medicina, ha habido dramas sanitarios endémicos que han ocupado siglos encontrar una cura o un control terapéutico.
Todos los que tienen más de cuarenta y pico, nacieron antes de que existiera el SIDA y la humanidad no se imaginaba que con los avances de la medicina podría parecer una nueva epidemia de inicio tan misteriosa y luego inmanejable para lo que hubo que esperar más de quince años para encontrar una solución terapéutica, que sin curarla, por lo menos la controlara, pero yendo un poco más temprano en la historia, hubo una epidemia que se hizo endémica, e hizo estragos en la salud pública y hubo que esperar casi quinientos años para encontrar un recurso terapéutico que la controlara.
En época de la conquista de América se comenzó a extender una extraña enfermedad para entonces llamada SÍFILIS que se diseminó por el mundo entero y al igual que ahora, unos se atribuían a otros la responsabilidad de su inicio a tal punto que, en la primera mitad del siglo dieciséis los franceses la llaman Enfermedad de Nápoles o Mal Italiano; los italianos, ingleses y los alemanes la llaman Mal Francés; los polacos la llaman la Enfermedad Alemana; los rusos la llaman el Mal Polaco; los turcos le dicen el Mal Cristiano; los españoles le dicen Mal Americano; los japoneses la denominan Enfermedad China y, todos en latín, la denominan: Morbo Gálico, lo que es lo mismo que Mal Francés.
Esta enfermedad, al igual que el SIDA en sus inicios, era mortal generando daños inmanejables de instalación progresiva en los organismos sin que nada la detuviera hasta ocasionar la muerte precedida de grandes sufrimientos.
Recién, ya avanzado el siglo veinte la penicilina para neutralizar este mal que tantos estragos hizo a toda la humanidad, casi quinientos años después de su inicio.
Los estragos epidémicos nos siguen dando cada tanto una sorpresa, por suerte los progresos incesantes de la medicina han podido acotar la duración de las epidemias no sin un dramático sufrimiento y consecuencias devastadoras para muchos.
Quizás, en un tiempo no tan lejano nos toque tener nuevas sorpresas sanitarias, lamentablemente muchas de ellas están o estarán condicionadas por la conducta humana que suele desafiar continuamente los límites que imponen las reglas de la naturaleza.