Por Leonardo Vinci.
Hoy, la figura de Don Ramón Vinci se alza victoriosa, pues ha vencido al tiempo y recibe el reconocimiento del pueblo de Salto al incluir su nombre en una importante avenida. Nació en Salto, hijo de un humilde zapatero venido de un pueblito italiano en búsqueda de nuevos horizontes. Vivió preocupándose por el dolor ajeno, brindándose a sus semejantes, Siendo adolescente sufrió en carne propia toda clase de necesidades junto a su familia.
Educó a niños de escasísimos recursos en la escuelita rural de Arapey en los años 30.
Cumplió un extraordinario rol como Administrador del Hospital dotándolo de la más moderna tecnología de aquel entonces e instrumentando los vuelos sanitarios a través del avión ambulancia, gran logro que permitió atender a los más olvidados de la campaña.
Recuperó las ruinas del viejo Lazareto y con el aporte colectivo del pueblo, alhajó el primer Hogar de Ancianos del interior que desde 1955 atiende a los viejitos sin familia y de escasos recursos.
Puso su emisora al servicio de la gente y el pueblo la sintió suya, cumpliendo un especialísimo papel solidario en las inundaciones de 1959.
Concibió a Radio Cultural como el mástil irradiante de los mejores sentimientos populares, convirtiéndola en un medio pluralista, republicano y democrático e hizo honor al nombre de la difusora.
Llegó al Gobierno Departamental con el Arq. Barbieri integrando el colegiado salteño.
Respaldó el deporte local aún arriesgando su propio peculio, como en el caso de la compra del autódromo para el Salto Automóvil Club. Fue figura principalísima en la movilización de los pueblos de ambas márgenes del Río Uruguay en la extraordinaria marcha sobre Montevideo para lograr el compromiso de los gobernantes con las obras de Salto Grande. Todas las iniciativas populares de los años 60 lo tuvieron en la primera fila, como en los trabajos para erigir el Monumento a la Madre.
Salto es hoy un gran centro turístico- en buena medida- gracias a sus decisiones. En medio de la soledad del Arapey construyó Moteles y bungalows, la piscina olímpica y la primera piscina cerrada termal del Uruguay. Hizo a nuevo el camino de acceso. Llevó grandes grupos electrógenos propios para que el centro tuviera luz eléctrica. Con inversiones privadas se construyeron 20 bungalows y se le aseguró a Arapey las comunicaciones terrestres e ONDA con Montevideo.
También imaginó el futuro del Daymán. Logró que la Iglesia donara a la Intendencia el predio de las Termas, que si hoy las disfruta el pueblo de Salto, también se lo debe a su gestión.
Desafió a los economistas de su tiempo y puso en marcha el único servicio municipal de transporte de ómnibus del Uruguay. Aún hoy cobra un precio simbólico porque no fue pensada para dar dinero sino para servir a los más humildes a los que les brindó una extraordinaria flota de ómnibus idénticos a los que se usaban en la Alemania de 1968.
Logró el reconocimiento internacional para Salto al aceptar el desafío de ser una de las sedes del campeonato del mundo de basket ball.
Organizó la primera exposición y fiesta de la citricultura y la llevó a Montevideo para mostrar el trabajo de los salteños. Dio un gran impulso a la cultura con las bienales de arte. Se prohibió la venta de leche cruda siendo autorizada la comercialización únicamente de la pasteurizada, para lo cual, incluso compró las instalaciones del Gramon con la finalidad de instalar la planta municipal,
Auspició el primer festival de rock nacional y candombe beat en Parque Harriague, donde desfilaron bandas y concursaron músicos de todo el país al estilo Woodstock.
Inauguró la primera biblioteca municipal tras formalizar un convenio con el Instituto Artigas Washington.
Incorporó una formidable flota de camiones y maquinaria pesada para atender la caminería rural, llegando a lugares donde nunca se había visto una motoniveladora.
Sintiéndose uno más con la peonada, al recorrer la campaña controlando los avances de las obras, se arremangaba la camisa y cocinaba para el personal con quien compartía los duros y sacrificados días de trabajo en el medio rural.
Construyó viviendas para los más necesitados.
Gobernó sin Directores políticos ni secretarios.
Por la primera puerta- tras acceder a las escalinatas municipales- se ingresaba a su despacho, donde uno a uno atendía a todos los vecinos que lo requerían.
Su obra más importante tal vez fue la que no se puede ver, la intangible, la humana, la solidaria; su sensibilidad para atender a los más desvalidos que encontraron en él a un igual que los protegía y al que siguieron incondicionalmente.
El golpe de estado le privó de actuar durante 11 años, en que rechazó ofrecimientos para ocupar entes autónomos.
Dejó una marca imborrable enfrentando la dictadura y liderando la oposición que tuvo su resonante victoria en 1980, sepultando el proyecto militar y abriendo el camino para la recuperación democrática.
Al frente de marchas multitudinarias, desafió al autoritarismo, inundando de pueblo las calles de Salto.
Creó cooperativas de trabajadores para las tareas de mantenimiento en Salto Grande. Favoreció clubes deportivos e instituciones sociales por medio de donaciones quincenales del Ente Binacional. Fortaleció el turismo de la región acordando con la Intendencia la explotación del Hotel Horacio Quiroga. Dio inicio a las actividades náuticas en el lago construyendo el Yatch Club, siendo el primer salteño en presidir CTM.
Trabajó incansablemente- aún sin sus piernas- en el Directorio del Banco de Seguros del Estado hasta el último día de su vida. Recibió el título de “Don”, que el pueblo sólo otorga a sus hijos más dilectos
Entró rico a la vida política y se fue pobre.
Ese fue Don Ramón Vinci.
Foto: Una foto histórica para el Partido Colorado, Raúl Ferro, Jorge Batlle y Eduardo Malaquina rodeando a Don Ramón Vinci.
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