viernes 9 de mayo, 2025
  • 8 am

Alguien lo inventó

César Suárez
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César Suárez

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Sol

Por el Dr. César Suárez
La vida cotidiana suele estar facilitada por una serie objetos de uso corriente que los tenemos incorporados a nuestra rutina casi sin darnos cuenta y sólo apreciamos su importancia cuando algo se rompe o nos falta.
Sólo basta con mirar alrededor y tendremos a nuestra vista, decenas o cientos de inventos que alguien ideo o descubrió en algún momento utilizando su fino ingenio y después se incorporaron a nuestra vida como si fueran parte de nosotros mismo, pero cada cosa que solemos usar casi sin darnos cuenta, tiene su historia que llevó a que estuvieran a nuestro alcance.
La naturaleza tiene su magia y aunque muchas veces terminemos renegar por su comportamiento, cada fenómeno tiene su razón y lo que a veces no le encontramos sentido, pero alguien siempre le termina por encontrar la vuelta
La historia ha demostrado en infinidad de veces que nada es bueno y nada malo y de acuerdo a la vuelta que le demos y del ángulo de observación, la naturaleza es diversa y un mismo fenómeno puede ser una pesadilla o una bendición de acuerdo a la circunstancia y en infinidad de oportunidades, la capacidad de uno varios individuos de razonar “afuera de la caja” hacen que un obstáculo se pueda transformar en la vía de escape o un problema en una solución.
Dado la atracción gravitatoria de la tierra que hace todo lo que se mueve tienda a ocupar el lugar más declive, (todo cuando puede, se cae).
Hay una enormidad de inventos dirigidos a sujetar cosas para que se queden en su lugar (clavos, tornillos, tuercas, botones, cierres metálicos o plásticos, ganchos, pegamentos, cinturones, piolas, cables, estanterías), todo, aunque nos parezca muy sencillo, alguien lo inventó y lo puso al servicio de todos nosotros.
Algunos son inventos anónimos y otros tienen un mayor o menor reconocimiento público y la historia les rinde tributo, pero la mayoría de las cosas que habitualmente usamos casi nadie sabe de donde salieron o quien los inventó.
George de Mestral nació el diecinueve de junio de mil novecientos siete en un pequeño pueblo de Suiza y tempranamente en su vida tenía la obsesión de inventar cosas.
Según lo que cuenta la historia, en mil novecientos cuarenta y uno, al regresar con su perro de un viaje por los Alpes Suizos notó que tanto su ropa como el pelaje de su mascota tenían cientos de semilla de cardo adheridas lo que sin duda para cualquiera hubiese sido un molesto contratiempo, el analizó minuciosamente en que esas semillas bajo un microscopio para indagar porque se prendían tan firmemente a las fibras o al pelaje y pudo comprobar que tenían espinas con forma de gancho y razonó que esa propiedad de estas semillas podrían ser una solución y no un problema.
A partir de ahí se dio cuenta que ese mecanismo de sujeción se podría transformar en un redituable negocio y que quizás podría competir o sustituir cierres, botones replicando ese mecanismo.
Su idea consistía en replicar estos ganchos en una cinta de fibra sintética y a su vez hacer otra cinta que tuviera bucles de felpa, de esta forma las dos cintas simplemente se unirían, pero una cosa es la idea y otra cosa es su concreción, conseguir el material adecuado, conseguir inversores para su industrialización, tuvieron que pasar veinte años haciendo pruebas y su aceptación vino por el lugar menos esperado.
La NASA, tenía problema con las consecuencias de la ingravidez en las naves que salían fuera del alcance de la gravidez de la tierra porque todo quedaba flotando en su interior y el invento de Mestral aportó la solución para que cada cosa se mantuviera en sitio.
Mestral llamó a su invento VELCRO, denominación que no era otra cosa que una sigla y a partir de ahí se popularizó su uso.
Quizás, si cualquiera de ustedes mira revisa en su casa se encontrará varias cosas sujetadas con velcro.
Siempre, cada cosa tiene su historia y su explicación.