Por el Padre Martín
Ponce De León
Casi en simultáneo se da el cierre del año y la apertura del nuevo.
Casi al mismo tiempo surgen las voces de gratitud y de esperanza.
Sí, porque es inevitable un inmenso gracias por el año transcurrido.
No voy a mirar realidades nacionales o mundiales puesto que de ello muchos se encargan en estas fechas.
Intentaré una mirada desde lo más sincero y honesto de mí mismo.
Es evidente que han existido momentos muy hermosos que uno ha podido disfrutar a pleno y han existido momentos difíciles donde uno ha podido aprender (Ojalá)
Miro hacia atrás y no puedo dejar de ver que ha sido un año con realidades encontradas y, en oportunidades, antagónicas.
Lo positivo y disfrutable ha sido mucho más que esos momentos donde el dolor y la soledad nos hacían bajar los brazos desalentados y molestos.
Debo reconocer que muchos de esos momentos negativos solamente responden a una incoherencia personal que me resulta imposible de dominar.
Sé que han existido momentos difíciles y mirados desde hoy resultan casi tontos y no logro explicar me hayan incomodado tanto. Sé que la explicación está en esa maldita realidad que, en oportunidades, me asalta y me hace esperar de los demás cuando, muy bien que lo sé, el valor de la entrega está en no esperar a cambio.
La suma de todos esos momentos no podrán opacar el brillo y la luz que me han obsequiado tantísimos momentos que se hacen rostros que forman parte de mi vida.
Son rostros bien concretos que se han adentrado en mi vida y me hacen crecer, madurar e intentar ser mejor persona día a día.
Son rostros bien concretos que solamente puedo verles como regalo de Dios puesto que su presencia en mi vida excede todo lo personal.
Mi año no posee nada de admirable o extraordinario si no fuese porque están esos seres que se encargan de poner trozos de luna en mi existir.
Son seres que animan con una sonrisa o reconfortan con un estilo de vida admirable.
Son seres que han sabido hacerse un tiempo en su tiempo para brindar una mano generosa.
Son seres que con su estilo de vida entregado y solidario hacen que uno se cuestione y comprometa un algo más.
Son seres que siempre están dispuestos a tender su mano y brindarse y muestran que vale la pena tal actitud.
Es desde esos seres que uno mira con renovadas esperanzas el año que comienza.
Ojalá uno haya podido aprender para saber que, desde todos los rostros, Él está y actuar en consecuencia.
Sé que, a lo largo del año que comienza, me brindará oportunidades para seguir creciendo como ser humano e intentando ser útil desde un Cristo que siempre está en los demás.
Sé que constantemente me estará regalando instancias donde podré salir a la intemperie y encontrarme con Él que se hace pedido, reclamo u oportunidad.
Salir a la intemperie pese a que, en oportunidades, me sepa utilizado, estrujado o desgastado.
Espero sea un año donde pueda sentirme mano tendida que se brinda alegre, solidaria y desinteresadamente porque con Cristo y desde Cristo.
Espero sea un año donde pueda continuar cultivando la coherencia que se hace aceptación y entrega.
Espero pueda vivir un año donde pueda involucrarme con la realidad de los demás sin pretender protagonismos o algún tipo de resultado.
Cierro el año y brota en mí un gigantesco Gracias.
Abro el año y crece en mí un sincero Ojalá.
Ojalá que se hace deseo de un Feliz Año para todos.
Columnistas